Hay futbolistas que juran amor eterno a unos colores y otros a los que les gusta ir probando las diferentes culturas futbolísticas del planeta. Es el caso del atacante inglés de origen turco Colin Kazim-Richards, que, como si de un aprendiz de Abreu se tratara, va a conocer su decimocuarto equipo tras llegar a Lobos BUAP desde Brasil.
Su historia ya invitaba a pensar que podía tener un espíritu aventurero. Hijo de padre antiguano y madre turcochipriota, su carrera estaba predestinada a conocer varios clubes y ligas.
Le disfrutaron en la juventud en Inglaterra, su país de nacimiento, donde fue un prometedor atacante en Bury, Brighton y Sheffield United. A los 21 años, el Fenerbahçe aprovechó la conexión turca de su madre y apostó por él.
Jugaría tres campañas consecutivas con los de Estambul, en las que se ganaría un huequecito en el corazón de una hinchada que, sin saberlo, le odiaría sólo unos años después. Pasó de ser Kazim-Richards a Kazim-Kazim y, tras una cesión en el Toulouse galo, volvió al Fenerbahçe, donde ya se había quedado sin sitio y, unos meses después, también sin contrato.
Fue entonces cuando el Galatasaray, eterno rival del Fenerbahçe, aprovechó que estaba libre y le rescató. Sus antiguos aficionados no se lo perdonaron, pero tampoco duraría mucho allí. Una temporada y media después, Richards emigró al fútbol griego para jugar en el Olympiakos y, de ahí, regresó a Inglaterra para jugar en otro histórico, el Blackburn Rovers.
Un nuevo paso poco exitoso por Turquía, para jugar en el modesto Bursaspor, parecía que empujaba su carrera a la mediocridad, pero entonces llegó su mejor año en su nuevo destino, el Feyenoord de la Eredivisie.
Allí hizo 13 goles y dio nueve asistencias en la campaña 2014-15, pero no pudo replicar esos números en el comienzo de la siguiente, acabando la temporada en el Celtic.
Tras no funcionar tampoco con los católicos, a Kazim-Richards aún le quedaba mucho fútbol que probar. A sus 30 años, hizo las maletas y se fue al Coritiba brasileño, donde disputó la temporada de 2016.
Ya en 2017 continuó en Brasil, donde, a pesar de no hacer goles, sí que seguía convenciendo con su fútbol, esta vez en Corinthians. Parecía que había echado raíces en el país sudamericano, pero el espíritu de Abreu llamó a su puerta y ahora lo probará en México, en el Lobos BUAP, que será su equipo número 14... y seguro que no el último.