La goleada por 2-8 en Lisboa a manos del Bayern de Múnich puso punto final a un 2020 para olvidar en un FC Barcelona que tomó medidas para revertir una situación insostenible.
Más allá de fichajes y salidas de algunos jugadores, la gran novedad del verano en el Camp Nou ha sido la llegada de un Ronald Koeman sobre el que había puestas muchas miradas este domingo 27 de septiembre.
El Villarreal era una peligrosa prueba de fuego para un técnico neerlandés que se estrenaba en partido oficial. Pese a ello, el encuentro acabó siendo todo un chute de ilusión para el equipo y la afición barcelonista.
Y es que Koeman superó con nota su primera gran prueba en el banquillo azulgrana. Y lo hizo desde antes del pitido inicial al apostar con valentía por ese esquema 4-2-3-1 que supone toda una revolución en un equipo anclado desde hace años en el 4-3-3.
A Ronald no le pesó la tradición y apostó por lo que él considera mejor para la plantilla. Dicha apuesta se tradujo en un 4-0 que dejó entrever varios aspectos desconocidos en el equipo en los últimos meses.
En defensa, el equipo se mostró bastante sólido una vez superados los nervios del estreno de los primeros minutos. Cierto es que el Villarreal no exigió demasiado, pero ello también se debe al buen planteamiento del partido de Koeman.
Tal y como señala 'Marca', el héroe de Wembley apostó por una presión alta en algunas fases del duelo que dificultaba la construcción rival, pero sobre todo el Barça desgastó el ataque del Villarreal con su propia ofensiva.
Y es que el cuadro catalán jugó a otra velocidad respecto a meses anteriores. El balón circulaba a una marcha más y cansaba al Villarreal, con lo que ello supone luego a la hora de que el rival pueda elaborar un contragolpe.
De igual forma, los constantes movimientos de los hombres de arriba generaron todo un caos en la zaga castellonense. Ansu Fati y un rejuvenecido Jordi Alba hicieron diabluras por la banda izquierda. Griezmann y Messi intercambiaban por momentos posiciones y volvían locas a sus marcas.
Por su lado, sin llegar a cuajar un duelo brillante, a Philippe Coutinho se le vio esa chispa que hizo que el Barça se obsesionara con él allá por la campaña 2017-18. El brasileño se mostró correcto y acertado en sus decisiones e hizo daño en la conducción. Fruto de una de ellas nació el 2-0.
Obviamente, hubo algunos aspectos negativos, sobre todo en lo referente a las pérdidas de balón, algo que se debe limar con el tiempo y el trabajo ya que el nuevo esquema necesita tiempo para asentarse.
En definitiva, un debut ilusionante y que, de golpe y porrazo, hace olvidar ese regusto amargo de la pasada campaña. Este Barça parece otro. Solo el tiempo dirá si verdaderamente lo es.