En la Antigua Roma, lo último que besaban los gladiadores antes de rendirse ante la muerte era la arena del Coliseo. Ahí perecían todas sus esperanzas mientras la muchedumbre aplaudía y se regodeaba con lo que entonces se consideraba un espectáculo. Hombres vencidos en el mismo escenario y de semejante manera.
El Mundial de Rusia también tuvo su arena, la de Kazán. El imponente Kazan Arena terminó con los sueños de tres países llamados a la gloria. Alemania, Argentina y Brasil, por este orden, dijeron adiós al Mundial completando tres sonadas decepciones. Messi, Neymar o Kroos se marcharon a casa antes de tiempo.
El mismo estadio engulló hasta once campeonatos del mundo: cinco brasileños, cuatro alemanes y los dos de la 'Albiceleste'. Inició la senda de los descalabros la tropa dirigida por Löw, que seguirá a pesar del fiasco, con una derrota tan dolorosa como inesperada frente a una Corea del Sur que nada se jugaba más allá de la honra.
La todavía campeona del mundo perdió todas sus señas de identidad y se comportó muy alejada de lo que le hizo ser protagonista en Brasil, hace cuatro años. No fue esa máquina rodada que funcionaba de memoria. El golazo salvador de Kroos ante Suecia quedó en un mero espejismo: la fase de grupos fue el techo por primera vez en la historia.
Ya en octavos, le llegó la hora de la 'defunción' a Argentina. En un partido repleto de goles, Messi se postró ante Mbappé, que completó una actuación sideral. El '10' casi ni la olió, perdido como tantas otras veces. El proyecto de Sampaoli hizo 'crack' y la reacción frente a Nigeria se esfumó por el sumidero. Una herida abierta, otra más.
Por último, Brasil. La de Neymar, Coutinho o Gabriel Jesus. La de la fantasía que quedó enterrada por las dudas después de una fase de clasificación meteórica. La brillante generación belga tomó Kazán y su césped, convertido en zanja para la Selección Brasileña, la última en morder el polvo en un estadio que se acostumbró a devorar campeones.