Diego Armando puede estar tranquilo. Argentina está en buenas manos. Una 'Albiceleste' inspirada y tocada por esa varita mágica que acompaña a Messi en sus grandes días derrotó a Italia en la Finalissima. El precedente de este nuevo torneo, la Copa Artemio Franchi, es justamente el último entorchado que levantó Maradona con su combinado nacional.
Wembley, telón de fondo de mil y un batallas de esta enjundia, acogió esta vez un duelo en el que los de Lionel Scaloni se supieron mejores y cosecharon el premio que merecían, la victoria. Pocos lunares se le pueden encontrar a un triunfo en el que, salvo por algún tramo aislado de la primera mitad, el dominio, el acierto y la inspiración correspondieron siempre al mismo equipo.
Y, si esto sucedió, sucedió, en gran medida, por una actuación estelar de Leo Messi. Lejos de la figura alicaída que ha desatado tantas filípicas en los últimos años, el '10' volvió a ser el '10'. Se mostró hambriento, aguerrido, enchufado, sacrificado en la presión, eléctrico en fase ofensiva y comandó a los suyos hacia el título.
No quiere decir esto que su nombre sea el único que desfiló por la pasarela de protagonistas en Inglaterra. Una línea defensiva opacada por el sobresaliente de Lautaro y compañía no estuvo exenta de mérito. Otamendi y Cristian Romero secaron a Belotti y consiguieron que el césped olvidara a veces que sostenía las botas de Bernardeschi y Raspadori.
Se puede decir lo mismo de la medular. Especialmente brillante Rodrigo de Paul conectando la zaga con el centro del campo y el centro del campo con el ataque. El único con permiso para saltarse su liderazgo, Otamendi, que envió algún que otro balón teledirigido a la espalda de la zaga italiana que pudo saldarse con gol.
Pero el gol estuvo en tres pares de botas, los de Lautaro, Di María y Dybala. El delantero del Inter abrió la lata poco antes de cumplirse la primera media hora gracias a una genialidad de Messi. El del PSG recibió la pelota tras perderla la 'Azzurra' en la salida de pelota, se dio la vuelta con Di Lorenzo en la presión, arrancó, le dejó atrás y sirvió un 'pase de la muerte' cuyo desenlace se conocía desde el momento en que abandonó sus pies.
Al balcón del descanso, una contra desencadenó el segundo golpe a los de Roberto Mancini. Lautaro, goleador antes, asistente en esta ocasión, condujo un ataque relámpago tras controlar un pase en largo de Donnarumma, aguantó el cuerpeo con el que le retaba Bonucci de espaldas a él, esprintó y puso la bola profunda y rasa para Di María, que definió con una picada 'vaselina' de primeras.
Ya en el tiempo de alargue, cuando a Italia se le habían acabado el físico y la moral, Dybala, que había entrado desde el banquillo, firmó la sentencia. Tras otra gran jugada de Messi, que logró plantarse en la frontal y perder entonces el cuero, la 'Joya' engatilló rápido y superó a Donnarumma con un chut ajustado, potente y medido al palo.
Sin respuesta
Italia, ante este torbellino de acierto por parte de Argentina, no encontró respuesta. Sus únicos momentos de mayor jolgoria transitaron la primera parte, cuando los de Scaloni estaban cayendo en la rutina de cometer faltas y los 'azzurri' lo aprovechaban para ir ganando terreno. Entonces, sí que tuvo que apretarse el cinturón la 'Albiceleste' y confiar en Emiliano Martínez, que, dicho sea de paso, solo hubo de intervenir dos veces.
Las ocasiones que contrarrestó, un tiro mordido de Raspadori y un testarazo de Belotti que se envenenaba, constituyeron prácticamente las dos únicas oportunidades de los europeos de ver puerta. De hecho, en la segunda mitad, intentó regresar a aquello de encallar el encuentro intentando que Argentina volvera a cometer muchas faltas, pero Messi se encargó de capitalizar el cuero y las tarascadas. Muchas se las llevaba él al tratar de superar líneas.
El sabor de boca es muy amargo para la campeona de la Eurocopa, que se vio superada en todos los sentidos por la de la Copa América. Hasta con un autogol de Bonucci, que comprometió a Donnarumma atrás de parecida manera a la que llevó al Real Madrid a remontarle al PSG en la Champions. Peor es aún la sensación si se tiene en cuenta que esta era la despedida de Giorgio Chiellini, quien formó parte de la mala dinámica, acabó en el banquillo y puso un broche descafeinado a su carrera internacional.