Portugal e Italia nos brindaron un partidazo, en el que los lusos fueron de más a menos, e incluso perdonaron a una selección transalpina que se creció en la recta final, merced a su mayor fondo de armario, aunque su lucha solo le sirvió para ahogarse en la orilla.
Siete minutos tardó en adelantarse Portugal. Siete minutos tardó Italia en cometer su primer error defensivo, error nada concreto, más bien fue una falta de coordinación defensiva, de intensidad.
Hablar de Italia es hablar de solidez defensiva, pero su combinado Sub 21 parece que es algo que todavía tiene que madurar. Al menos esa impresión dio ante Portugal.
A balón parado le cayeron los goles a Italia. El primero y el segundo, obra ambos de Dany Mota, tras sendos saques de esquina. Los dos, ante la pasividad de la zaga italiana. El primero, de chilena; el segundo, tras permitirse el lujo de caracolear en el área, sin presión rival.
Fue media hora primorosa de Portugal, en la que puso a Italia contra las cuerdas. De hecho, anuló por completo el ataque de su rival, hasta que los italianos empezaron a ver por dónde podían hincarle el diente a la zaga lusa.
Lo logró al jugar por las bandas, con balones a la espalda de la defensa, y así, poco a poco, fue acercándose a los dominios de Diogo Costa. Hasta hacer que su rival pidiera la hora.
Pero el gol de la esperanza, el que lo cambió todo, llegó antes que el descanso. También fue a balón parado, aunque en esta ocasión el fallo defensivo no fue tan sangrante como en los anteriores. Aún así, Frattesi pudo prolongar a boca de gol un centro y Pobega rematarlo a placer.
Ese gol lo cambió todo. Italia volvió a creer, porque descubrió que Portugal no era invulnerable. Tras el descanso, los transalpinos volvieron más frescos, pero al filo de la hora una pérdida de Italia acabó en falta de Pobega (y amarilla), y una ocasión de gol que Gonçalo Ramos convirtió en segunda jugada.
Pero Italia, en vez de hundirse, se sacudió el polvo y en su primer ataque, marcó el segundo. Recortó distancias Italia, y empezó otro partido. El de aguantar la ventaja para Portugal. El de forzar la prórroga, o algo más, para Italia.
Los cambios fueron en consecuencia. Portugal metió cemento armado a su centro del campo, plagado de gente creativa y nada física, dando entrada a Florentino Luis. Italia respondió quemando sus naves y metiendo todo jugador ofensivo que pudo. Entre ellos, Patrick Cutrone.
El plan le funcionó a Italia, no a Portugal. Los transalpinos siguieron creciendo, generando peligro, y en el 89', Sottil se internó por la banda, se la dio a Cutrone y este hizo el 3-3, para desolación lusa.
Italia estaba en una nube, y buscó el cuarto antes del pitido final, pero no llegó, para alivio luso. El partido se fue a la prórroga, y esta arrancó añadiendo aún más dramatismo al partido.
Porque nada más arrancar la primera parte de la prórroga, Italia se quedó con diez. Frenazo en seco a su ímpetu. Matteo Lovato, quien había visto la amarilla por culpa de una pérdida de Scamacca en el 85', se equivocó al saltar con el codo por delante y vio la segunda cuando la prórroga no había quemado ni un minuto.
Y lo que debería haber desequilibrado el encuentro no hizo sino todo lo contrario: lo igualó. Italia no acusó la pérdida de un hombre, y Portugal no supo explotar su superioridad numérica.
Ambos seleccionadores lo que sí hicieron fue volver a compensar sus equipos. Portugal refrescó sus líneas e Italia quitó algo de mordiente para añadir equilibrio y control. Los minutos pasaron, y las ocasiones, contadas, no sirvieron para mover el marcador más.
A Portugal le quedaba un jugador de creación. De esos tocados por una varita. Jota. Desaprovechado por el Valladolid, entró en el 74', y en la prórroga brilló más que nadie.
De una pared suya con Romário Baró llegó el cuarto gol, el tanto que dejó de nuevo a Italia contra las cuerdas, nada más reanudarse la segunda parte de la prórroga. Y con los transalpinos volcados al ataque, fatigados, agotados, Conceiçao, otro pequeño diablo luso, hizo el quinto y definitivo gol.
Italia cayó, pero lo hizo con orgullo. Habiendo lavado su imagen, paupérrima en la primera media hora de juego, sobre todo atrás. Otro gallo hubiera cantado si el partido lo hubiera arrancado con la seriedad defensiva con la que lo terminó.
Pero no fue así, y Portugal, con su juego alegre pero sin red, tumbó a Italia para citarse con España en semifinales.