La final más esperada, la que nos arrebató la pandemia en 2020 y que por fin pudo jugarse en 2021, se la llevó la Real Sociedad. Un título que pone fin a 34 años de sequía y que devuelve la grandeza a uno de los históricos de la Liga, que llevaba demasiado tiempo alejado de los grandes focos.
Los de Imanol se llevaron una final igualadísima, en la que hubo más miedo a perder por ser un derbi que ganas de ganar o de imponer un estilo. El Athletic fue ligeramente mejor en el primer tiempo, pero los 'txuri-urdin' igualaron las fuerzas tras el descanso y no desaprovecharon el despiste de Íñigo Martínez, quien concedió un inocente penalti después de un pase magistral de Mikel Merino a Portu.
Nadie quería despertar el domingo viendo al eterno rival vasco en las portadas de los periódicos y ese respeto máximo al choque marcó la final desde el comienzo. En esa igualdad se movió mejor el Athletic, que supo vivir de las ligeras ventajas que le otorgaban las segundas jugadas y de un fútbol directo que se hizo casi obligatorio tras una tromba de agua tan sorprendente en Sevilla como icónica por la procedencia de ambos finalistas.
Raúl García avisó en un contragolpe en el que la Real descubrió que iba a tener que prepararse para defender si quería ser campeona. Tampoco hubo muchos más avisos. Ni oportunidades. La Real quiso meterse hasta demasiado dentro y el Athletic fue perdiendo peso con el paso de los minutos.
La primera parte convirtió en protagonistas a Yeray y Gorosabel. Incisivo estuvo el lateral realista e imperial el central, que volvió a estar varios peldaños por encima de Íñigo Martínez y apagó mil y un fuegos. No hubo demasiado espacio para nombres como Muniain o Silva en una final tan física, aunque su concurso se notó cada vez que entraron en contacto con el balón.
De Íñigo a Oyarzabal
Tampoco estuvo muy activo Williams, quien perdió el duelo de velocistas con Isak. Estuvo mucho mejor el sueco, aunque Yeray reaccionó a tiempo prácticamente siempre. El 'león' casi ni puso en aprietos a Le Normand y a Zubeldia y la primera mitad se cerró con una única ocasión clara, un paradón de Remiro a un derechazo de Íñigo Martínez en una acción que dejó claro qué proponía cada club. Recibió el central un balón de Unai Simón y armó la pierna nada más girarse, desde la frontal.
Y si la primera mitad había resultado tremendamente igualada, con ligero triunfo del Athletic a los puntos, el segundo tiempo invirtió los papeles. Y desde muy pronto. Una mano de Íñigo Martínez junto a la línea lateral del área también otorgó cierto protagonismo tanto a Estrada como al VAR. El colegiado no quiso meter dentro la acción cuando lo merecía, probablemente porque la mano tampoco había sido demasiado clara.
Se salvó ahí el Athletic, pero no poco después. El único lunar de Yeray en forma de mala entrega lo capitalizó Mikel Merino con el pase de la final. Explotó su velocidad Portu y le atropelló Íñigo, quien quedó doblemente señalado con una roja que Estrada anularía tras ver en vídeo la acción para dejar cierta emoción en el partido. Oyarzabal, pese a su reciente gafe desde los once metros, no perdonó para convertirse en el héroe de su afición.
Quedaba más de media hora e incluso mucho más por añadir, pero el Athletic fue incapaz de sobreponerse al mazazo y no generó nada de peligro. Los 'leones' no despertaron ni con juego directo ni tan siquiera a través de otra de sus suertes favoritas: el balón parado. Marcelino quemó naves como en la Supercopa, pero no encontró el milagro e incluso acabó un poco como su equipo, ligeramente desquiciado por lo rápido que se pasaban los minutos sin lograr nada.
34 años después, la Real Sociedad no estaba dispuesta a dejar escapar un título que los 'txuri-urdin' soñaron a comienzos de siglo con el mítico equipo de Denoueix y que por fin pudieron volver a festejar en 2021. La final más esperada y la espera más larga llegó a su fin con un nuevo campeón, que probablemente sumó el título más importante de su historia en Sevilla.