De 67.800 localidades disponibles en el Olímpico de Baku, tan sólo 51.370 fueron ocupadas en la final de la Europa League que disputaron Arsenal y Chelsea, una cifra que constató el pobre ambiente vivido en las gradas durante el encuentro.
La polémica rodeó en todo momento al escenario elegido por la UEFA para albergar el desenlace de la segunda competición más importante a nivel continental. La ausencia de Mkhitaryan y la distancia, entre otras cosas, elevaron las protestas contra el ente europeo, que en ningún momento hizo un amago de dar marcha atrás.
En un intento de excusarse ante el pobre desenlace, la Federación de Fútbol de Azerbayán sí alzó la voz para intentar explicar la situación, pero lejos de mostrar un argumento convincente, Rovnag Abdullayev, su presidente, culpó a la afición del Eintracht de Frankfurt de haberse adelantado a los acontecimientos.
Según el máximo dirigente del fútbol azerí, los aficionados alemanes compraron gran cantidad de entradas dando por hecha su clasificación pero, una vez eliminados, ninguno de ellos acudió al estadio para presenciar el Arsenal-Chelsea.