La salida de Neymar del Barcelona no se ha fraguado de un día para otro. Los pensamientos del brasileño tienen un claro punto de inflexión en la vuelta de los octavos de Champions ante el PSG.
Tras liderar la histórica remontada, todos los focos apuntaron a Messi y la foto que dio la vuelta al mundo fue la del argentino celebrando el 6-1 con la grada. Ni rastro de Neymar, ni siquiera después de un partido en el que Messi apenas tuvo incidencia.
La foto con la que Neymar asumió que tendría que irse del Barcelona pic.twitter.com/kWGp4RRw8s
— Manuel Gutiérrez (@manugut) 2 de agosto de 2017
Aquella noche, Neymar comprendió que si quería estar algún día a la altura de Messi, tenía que abandonar el Barcelona o esperar a que el argentino lo hiciera. Con su renovación firmada, el segundo camino se le cerró, por lo que empezó a buscar destino.
El PSG le puso un equipo a su disposición para intentar plantar cara a Messi, demostrarse a sí mismo que puede ser el número uno y aspirar realmente al Balón de Oro.
Si no, sus logros seguirían siendo los de Messi, por mucho que hiciera. Y el argentino seguiría recibiendo las medallas pese a las destacadas actuaciones de un Neymar que en plena madurez deportiva no estaba dispuesto a ser escudero de nadie por más tiempo, ni siquiera de un tipo al que idolatra como es el argentino.
Aquella foto no hizo más que despertar a Neymar del letargo de la 'msn' y arrancarle el reto de intentar conformar su propio tridente en otra parte. Un tridente en el que él sea la punta de lanza más larga.