Pese a ganar, la Real Sociedad no tiene ni mucho menos cerca la final de la Copa del Rey. Pese a caer, el Mirandés hizo lo que debía: un gol fuera de casa y 90 minutos de solidez. La vuelta en Anduva será otra historia después de una ida de puro desgaste y cartas encima de la mesa.
Y es que si por algo se ha caracterizado este Mirandés es porque no se rinde. Es el don esencial que le permite estar entre gigantes y ser uno más, porque los de Andoni Iraola ya van servidos de paternalismos. Están en semifinales por derecho propio, tienen la ambición de superar la gesta de 2012 y ningún reto se les queda grande.
Una falta de Alexander González en una presión loca nada más arrancar ya se hacía sintomática. El equipo de Anduva estaba dispuesto a echar hasta la última gota de sudor y así fue. Ensanchó el campo, apretó desde el saque inicial y no dejó tocar con comodidad a la Real Sociedad.
Los planes iniciales del conjunto mirandés se trastocarían pronto. Portu estuvo más rápido en un balón dividido dentro del área y Odei le hizo un penalti justito que Mikel Oyarzabal convirtió en el 1-0 a los nueve minutos de partido. El quinto en las eliminatorias del Mirandés en esta Copa; parece que se ha hecho norma.
La Real Sociedad intentó asentarse con el balón, pero el equipo de Iraola insistió en un ida y vuelta que le podía salir cruz. Álvaro Rey y Matheus atacaban los espacios del equipo de Imanol, mientras Isak y Portu hacían lo propio en el otro lado. Sin embargo, esta vez le salió cara al Mirandés, que encontró el empate en el 40'.
Matheus Aias, una auténtico incordio alrededor de los defensores de la Real, aprendió la lección tras embarullarse en una contra y a la siguiente no perdonó. Recibió de Malsa dentro del área tras una pérdida de Odegaard, rompió a Le Normand con un quiebro y chutó con la zurda para batir a Remiro. De tú a tú, el Mirandés es capaz de todo.
Limones se hizo gigante, pero no fue suficiente
Sin embargo, Odegaard surgió en su primera acción con espacio para encontrar el empate. Vendería cara su piel el Mirandés, pero llegó. El noruego chutó desde lejos, el rechace de Limones le cayó a Portu y el guardameta repetió, pero los milagros, en Lourdes. El segundo balón suelto sí que lo aprovechó el cedido por el Real Madrid para destrozar la red.
El 2-1 tampoco sirvió para achicar a los rojinegros y en la segunda parte fueron de nuevo a muerte con el partido en su radio de acción. Asumieron que iban a recibir ocasiones, pero tenían claro que en estático iba a ser mucho más difícil y así se produjo el intercambio de oportunidades entre Antonio Sánchez y Portu.
Consciente de que este camino solo podía traerle disgustos, la Real Sociedad volvió al plan inicial: gestionar la posesión y dormir el partido. Lo cierto es que ocurrió, pero no por la acción donostiarra, sino por el mismo desgaste y el paso de los minutos. El Mirandés se había desfondado, en algún momento lo tenía que pagar, y esto lo veía con buenos ojos el conjunto 'txuri-urdin'.
Imanol e Iraola buscaron refresco con nombres como Willian José, Januzaj y Marcos André o Iñigo Vicente. Eran sus balas para agitar, cada uno a su modo, el partido. La Real, en busca de una acción aislada sin descomponerse, y el Mirandés peleando para alcanzar ese empate que en Anduva podría las cosas aún más calientes de lo que están.
Las piernas pesaron demasiado y marcador no se movió. Con 90 minutos más por delante, tampoco parecían dispuestos a arriesgar dos equipos con un marcador capaz de satisfacer por partida doble. La Real querrá acabar el trabajo y el Mirandés se encomendará a otra noche mágica en Anduva.