Llevaba semanas y semanas buscando la calma el Villarreal, la paz y la tranquilidad de dejar las cosas hechas antes de tiempo, pero su irregular comienzo de temporada se lo negó de manera justa. La salvación tardó en llegar, pero lo hizo a tiempo.
Con ambiente de diez y el 100% de ganas, La Cerámica fue un escenario propicio para un día de felicidad plena. El Villarreal llevaba varias jornadas acariciando la salvación, pero cada vez que estiraba el brazo para agarrarla, esta se movía centímetros para evitar el contacto.
Fue un día para demostrar mucho, pero aunque el Villareal era y acabó siendo protagonista, no estaba solo. El Eibar luchaba por casi un imposible, pero nunca bajó los brazos y pudo haber aguado la fiesta amarilla si hubiera tenido un poco más de fortuna.
La primera mitad fue casi un monólogo del equipo de Calleja, que mostró mucho más atino a la hora de mover la bola, pero pecó de falta de precisión en los últimos metros. Chukwueze destacó, pero se atascó de cara a puerta y Toko Ekambi se dejó lo mejor para la segunda mitad.
El gol y los dos sustos
Rondaba el minuto 60 cuando Toko aprovechó un gran centro de Jaume Costa para rematar de primeras y acercar la paz a La Cerámica. Sin embargo, el gol desató una tormenta. El Eibar despertó y estuvo cerca de poner todo en jaque.
Seis minutos después, Sergio Álvarez marcó de cabeza y el VAR le negó el empate por fuera de juego. Lo mismo le ocurrió, a seis minutos del final, a un Kike García que recién ingresaba en el terreno de juego. Hasta la tabilla del cuarto árbitro asustó al Villarreal al mostrar cinco minutos de añadido.
Pero los sustos quedaron en nada para un Villarreal que buscó lo que quiso y lo consiguió. El pitido final inundó de banderas amarillas la grada y de sonrisas las caras de los jugadores amarillos. El Eibar se fue con un punto de indiferencia. Ambos equipos jugarán sin ningún tipo de incentivo, más que el honor, la última jornada.