Honores a El Sadar. Qué escenario tan imposible, tan indescifrable. La Real Sociedad logró derribar la muralla rojilla, algo que solo había hecho el Athletic, pero la resistencia fue infinita. Tuerto, cojo o en inferioridad, da igual: Osasuna nunca se rinde.
Imanol Alguacil tiene en su Real Sociedad un equipo inteligente, ordenado y con armas, pero en la locura, Jagoba Arrasate y los suyos saben dónde golpear. Y parecía imposible cuando el conjunto navarro estaba destrozado.
La Real irrumpió en El Sadar con un ataque relámpago tremendo. Mikel Oyarzabal abría el marcador al cuarto de hora y solo tres minutos después aparecía Cristian Portu para poner el 2-0.
Y con los rojillos a merced, Odegaard dejó otra de sus delicatesen. Un lanzamiento de apariencia aterciopelado pero con alma diabólica que acabó en las redes de la portería de Sergio Herrera.
Pero las historias en El Sadar no se reducen a media hora. Osasuna aprovecha cualquier saliente para agarrarse y trepar y así lo hizo con el gol de Aridane antes del descanso, que dio una vida extra para el equipo de Arrasate.
Acababan de volver los 22 protagonistas del descanso cuando Chimy Ávila aprovechó un error monumental de Diego Llorente para hacer el 2-3 y meter el partido en un pañuelo. Golpeaban y contragolpeaban los contendientes en un día de fútbol puro y duro.
La tarjeta roja de Facundo Roncaglia fue solo un aliciente, porque Isak haría el 2-4 y, aun así, todavía tendría fuerzas Osasuna para apurar otra vez el marcador con un cabezazo de goleador consagrado del Chimy Ávila.
Cayó Osasuna, la Real Sociedad tomó El Sadar, pero no sin una resistencia rojilla que merece todos los honores. Sufrir era el precio a pagar para asomarse otra vez por la zona la Champions.