La Real Sociedad está en un momento increíble. Al equipo de Imanol se le está poniendo cara de grande, ya que, hasta cuando peor pinta la cosa, saca los partidos adelante y puede presumir, al menos esta noche, de ser el tercer clasificado de Primera División.
El conjunto 'txuri-urdin' está aprendiendo por la vía rápida lo que es dosificarse. La Copa del Rey es una competición dura y exigente, pero lo que más prima es la Liga, y esa lección la tiene bien aprendida Imanol, que no se dejó nada en el banquillo.
Con un Reale Arena prácticamente lleno, la Real Sociedad esperó su momento y golpeó al Valladolid cuando peor estaba, en un momento de duda y despiste tras el descanso. Hay mucho jugón por metro cuadrado vestido de donostiarra, y entre Odegaard, Oyarzabal y Januzaj se las arreglaron para acabar dinamitando el choque.
Y eso que el Valladolid comenzó bien, como lo hizo en el Nuevo Los Cármenes, dominando en algunas fases del partido, saliendo con intención de arañar, pero sin llegar a hacer daño a una Real Sociedad que, además, sabe sufrir sin la pelota, el mayor déficit de un equipo con tantas ganas de protagonismo en ataque.
Sergio apostó por más dureza en la sala de máquinas y por más gol en el ataque, pero se olvidó de un factor esencial entre ambas zonas del campo: la organización del juego. Entre tanto músculo por San Emeterio y el regreso de Joaquín a la titularidad, Alcaraz tomó las riendas y demostró que su función en el equipo no debe ser la de cerebro.
Es por ello que, pese a tener mordiente en ataque, la dentadura del Valladolid era algo postiza y demasiado vinculado a un juego directo que, por culpa de la seguridad aérea de Remiro, nunca funcionó. La Real Sociedad, a medio gas en el primer tiempo, golpeó en el segundo.
30.611 espectadores se quedaron sin ver un solo disparo a puerta entre los tres palos durante los primeros 45 minutos. Pero, a su vez, vivieron el despertar de la Real tras el paso por vestuarios. Solo necesitó un haz de luz para quedarse con la victoria y, cómo no, esa brillantez fue generada por Odegaard, encumbrada por Oyarzabal y rematada por Januzaj de cabeza.
Lo que vino a continuación fue un quiero y no puedo por parte del Valladolid, que mejoró levemente gracias a los cambios de Sergio. La Real se afianzó en su campo, perdonó excesivamente el 2-0 y Sandro Ramírez, un ex 'txuri-urdin', estuvo a punto de aguar la fiesta en el 93'. Un inconmensurable Remiro evitó la decepción y permitió volar a los locales hasta la tercera plaza antes de visitar al Mirandés en Copa.