La Real se lavó la cara y el Deportivo siguió naufragando en el lodo. Tan temporal parecía la mala racha de derrotas vascas como preocupante la tendencia deportivista, que ha entrado en barrena y despide preocupantes señales de cara al futuro. Numéricamente está ahí; futbolísticamente ha dejado de existir.
Ni la presencia de Krohn-Dehli, llegar y topar lo del danés, cambió su cara. Estaba acuciada la Real y ello le obligaba a salir con intensidad. Lo hizo. Con más ahínco que poesía. Pero empujar es un recurso que basta ante un equipo tan frágil como este Dépor.
Willian José marcó casi a puerta vacía a la media hora. En uno de esos tantos que parecen más propios del minuto 80, con la defensa coruñesa rota y descolocada. Esa fue la fotografía repetida de la noche, hasta cuatro veces más, a cargo de una Real que no quitó un pie del acelerador ni el otro del cuello deportivista.
La única pólvora del equipo de Cristóbal Parralo fue para dispararse en su propio pie. A la hora de juego, en otro momento sicológico, Illarramendi vio que Rubén había puesto solo dos hombres en la barrera y, desde 32 metros, acarició la bola para aprovechar el regalo.
Entonces, el Deportivo se convirtió en una piñata. Primero Canales aprovechó un hueco en el centro de la zaga y, poco después, Elustondo el resbalón de Bóveda para fusilar a Rubén. Eso fue el partido, una noche en la que la Real acribilló a un horrible Dépor.
Faltaba la guinda, a cargo otra vez de Illarra. Para que la Real firmara una 'manita' que fue manotazo para los gallegos.