El conjunto de Pioli hizo lo más difícil, remontar, pero no cerró el encuentro, lo que provocó que el Udinese se creciese. Tras el empate, y en la última jugada del partido, apareció Rebic para convertirse en el salvador de San Siro.
El choque estuvo marcado por el grosero error de Donnarumma. Quiso ser Baresi cuando un portero debe estar en el área. Salió de la misma para tapar la espalda de Theo Hernández, arrolló a Lasagna y dejó el arco libre para que Larse, desde la derecha, marcarse el 0-1.
Los de Pioli no se encontraron en la primera mitad. Pese a ir por debajo y tener en sus filas a un Ibrahimovic desaparecido durante los 90 minutos, los 'rossoneri' no fueron capaces de encimar a un Musso tranquilo hasta el paso por los vestuarios.
Precisamente ese fue el punto de inflexión en el Milan. Bonaventura dejó su lugar a un Rebic que reclamó, a base de goles, su presencia en el once. Lo hizo con un gol en los primeros minutos y otro en el último. Dos latigazos de los que no se pudo recuperar el Udinese.
Salir y besar el santo fue lo de Rebic, que tras una buena acción de Conti por la derecha apareció desde atrás para batir a Musso. Fue el primero de los dos episodios firmados con sangre por parte del croata.
El partido se abrió con el empate. El centrocampismo dejó paso a las cabalgadas hacia uno y otro lado. Las tuvo el Udinese, pero fue Theo Hernández, tras un córner, el que remontó el partido con una gran volea desde fuera del área.
Lejos de cerrar el partido, el Milan dejó que el Udinese se creciese de nuevo. Dejó demasiados huecos en una defensa aún por hacer y lo acabó pagando. Lasagna empató a cinco minutos del final tras una gran jugada de Larsen.
Faltaba por escribir el último episodio en la historia del partido en San Siro. Cuando algunos ya enfilaban las bocanas del estadio apareció de nuevo Rebic para cazar un balón suelto, recortar en la frontal y poner el balón allá donde los guantes de Musso no pudieron llegar. Un final de leyenda para un jugador que reclama su presencia en el once.