Brasil se está despertando a fuego lento, cociendo su candidatura al título con buenos mimbres. Fue soberbia ante Suiza, dubitativa ante Costa Rica y férrea contra Serbia. Ante México se le puso carita de campeona. Con magia, con fuelle, con pulso, con dominio de la escena.
Parece jugar a la rayuela y no al fútbol. Da la sensación de ser como esos deportistas ganadores de los Juegos Olímpicos que van reservando el siguiente tiro o el siguiente salto para la explosión final. México le planteó dudas con su descaro inicial. Pero la subida a las barbas le costó cara a los de Osorio, que acabaron desmontados ante el desequilibrio 'verdeamarelho'. Por más que el marcador fuera apretado hasta el final.
Será Neymar quien salga en la foto. Pero Willian tiró la instantánea perfecta. De sus botas nació la asistencia del 1-0. Sus desmarrajes en la medular para taladrar a México. Su imponente presencia cuando el choque pedía liderazgo. Un señor partido del jugador del Chelsea, que a cada año que cumple se vuelve más influyente en los partidos.
'O Ney'
Pero Neymar es Neymar. El flautista de Hamelin de Tite. Él siempre es; ahora comienza a estar. Quedó claro en su gol, claro truco de ilusionista. Conforme amagaba en la frontal, más defensas imantaba. Provocando pavor, jugando al despiste. Cedió la bola de tacón a Willian y el del Chelsea aceleró el tiempo con un cambio de ritmo monstruoso. Su tiro resultó una asistencia para la estrella brasileña, quien se tiró a remachar como un jugador de béisbol completando una carrera. Lógico, debía ser su gol. Y debe ser su Mundial.
El astro del PSG ya sonríe más y le pegan más patadas. Señales inequívocas de su paso al frente. Se le vio caracolear sobre la cornisa, amargando a Álvarez, a Layún, subiéndose a la bici. La colección de paradas de Ochoa, su enemigo íntimo, evitó más piñatas en su fiesta. Justo cuando Messi y Cristiano han hecho las maletas, él ha terminado de aterrizar.
Casi cabría hablar de asistencia suya cuando se plantó ante el 'Memo' por enésima vez. Ganó otra batalla el portero mexicano, pero Firmino, ese brasileño de alma europea, tiró la caña en el mismo sitio que lo había hecho Neymar 40 minutos antes para cerrar el día de pesca.
México, por momentos el ciclón ante Alemania, también en la versión laxa que mostró contra Suecia, se marchará a casa jalonada por su valentía y atropellada por su intermitencia. Buenas maneras, gran portero, poca dinamita. Esas armas no son suficientes ante la pentacampeona.
A ver quién la frena
Brasil, por su parte, ya ha empezado a divertirse, a bailar samba a la vez que luce toda su musculatura. Enganchado a nuevos socios para la empresa, como el incombustible Fagner, cada vez más cómodo y protagonista en el flanco derecho.
Grandes favoritas han ido cayendo, los de Tite están sorteando las minas con facilidad y abriendo el tarro de las esencias. Con Willian sujetando los pilares y la fachada de Neymar. Insoportable cuando rueda por el suelo como si le hubiera picado una cobra, delicioso cuando juega a convertir el césped en una calle de favela.
Pero, sobre todo, el equipo disfruta. Y cuando Brasil sonríe, el mundo tiembla.