La noticia del fallecimiento de Seid Visin, ex jugador de Benevento o Milan, estremeció a Italia. La prematura marcha del joven, alejado del foco del fútbol de primer nivel pero con toda la vida por delante, supone además una nueva derrota de la sociedad del siglo XXI en su lucha por una nueva mentalidad, que no diferencie por colores de piel.
Visin, al parecer, se habría quitado la vida en su apartamento, no sin antes dejar un último escrito para sus amigos y su psicoterapeuta. Este sábado, el 'Corriere della Sera' se ha hecho eco de algunos pasajes de esa carta, con la esperanza de concienciar de un problema que sigue demasiado arraigado en nuestra sociedad.
El jugador del Atletico Vitalica, equipo semiprofesional de fútbol sala, nació en Etiopía. Fue adoptado con tres años por una pareja de Salerno, pero a pesar de haber vivido casi toda su vida en Italia, la intransigencia de la sociedad fue acabando con él lentamente, antes de llevarle a este extremo final.
"No soy un inmigrante, sino que fui adoptado de pequeño. Recuerdo que todos me querían. Allá donde fuese, todos se dirigían a mí con alegría, respeto y curiosidad. Ahora, esa atmósfera de paz idílica me parece muy lejana. Parece que místicamente todo se haya invertido.
Ahora, vaya donde vaya, siento sobre mis hombros el peso de las miradas escépticas, asquedas y asustadas. Había conseguido encontrar un trabajo que he debido dejar porque demasiada gente, especialmente anciana, se negaba a ser atendida por mí. Y como si no fuese suficiente para mí, me tachaban como responsable de que muchos jóvenes italianos (blancos) no encontrasen trabajo.
Después de esta experiencia, algo cambió dentro de mí. Como si me avergonzase de ser negro, como si tuviese miedo de que alguien me confundiese con un inmigrante. Como si tuviese que demostrar a la gente que no conocía que era como ellas, que era italiano.
He llegado a hacer bromas de pésimo gusto sobre negros e inmigrantes, como si quisiese recalcar que no era uno de ellos. Lo único que explica mi comportamiento era el miedo. El miedo al odio que veía en los ojos de la gente hacia los inmigrantes. El miedo al desprecio que sentía por boca de la gente, incluso de mis familiares, que invocaban con melancolía a Mussolini y al "capitán Salvini".
No quiero mendigar compasión o pena. Solo quiero recordarme a mí mismo la incomodidad y el sufrimiento que estoy viviendo. Yo soy una gota de agua al lado del oceáno de sufrimiento que está viviendo quien prefiere morir a seguir viviendo en la miseria y el infierno. Esas personas que se juegan la vida, y aquellas que ya la han perdido, solo para husmear, para saborear eso que nosotros llamamos simplemente 'Vida".
Visin plasmó sobre esta carta sus últimas palabras. Unos párrafos que trascienden este sábado, en memoria de una vida que ya no volverá, pero con la esperanza de que el mensaje cale en profundidad en la sociedad, para que no tengamos que contar más tragedias como esta. Descanse en paz.