Desde Londres a Bakú, y desde allí al cielo. La primera de las dos finales británicas fue para el favorito, porque las coronas son de la realeza y en la capital de Azerbaiyán había un 'Duque' en un día señalado. El último día para volver a agarrar el cetro, para ser héroe y despedirse de manera mágica.
No se le olvidó en Londres su varita al mago. Hazard la llevó metida en la calceta derecha en todo momento, la dejó asomar en la primera mitad y la sacó en el momento más acertado, cuando el Arsenal renqueaba tras la puñalada de un antiguo ídolo, Olivier Giroud.
Fue media final inglesa y media italiana. Sarri estaba en el banquillo y se jugó siempre a lo que él quiso. Fiel a su planteamiento, firme en su decisión tan polémica de confiar en Jorginho, el Chelsea solo tuvo que sufrir media hora para empezar a verse campeón.
Sin dueño y sin quererlo
Las finales suelen ser caprichosas y la de Bakú lo fue. Con un ambiente extraño de calvas en la grada, el sopor se dejó ver más que nadie en los primeros compases. Las finales se deciden por detalles, dicen, y menos mal. Y menos mal que hay jugadores que son detalles en sí mismos.
Cerrada e insípida, la batalla estalló con el 'casus belli' de un veterano de guerra, Petr Cech. Salvó la más clara de la primera mitad, privando del gol a Giroud con una estirada mágica, pero firmó su redención frente al azul de su vida en la segunda mitad.
La última función
"Creo que es un adiós", salió de la boca del mago nada más terminar el partido. Eden Hazard sabía desde hace tiempo que la de Bakú sería su última función. La actuación final ante un público fiel a su ilusionista.
Giroud y un cabezazo espectacular a centro de Willian abrió la veda y dejó los espacios que el 'Duque' necesitaba. A partir del 1-0, que llegó al inicio de la segunda mitad, pasó a ser la final de los londinenses a ser el espectáculo final de Hazard.
Se destapó y puso en fila a todas las carencias del Arsenal. Los 'gunners', tras el gol de su ex, bajaron la cabeza y Eden puso la puntita. Primero lo hizo asistiendo a Pedro en el 2-0 y más tarde se manchó el mismo las manos de sangre.
Primero lo hizo materializando un penalti sobre Giroud tras una jugada maravillosa de él mismo en el 65' y, siete minutos más tarde, sentenció desde dentro del área con un remate certero. Entre su doblete marcó Iwobi, pero la alegría 'gunner' se fue tan rápido como vino.
Cuando marcó el segundo, ya nada quedó del Arsenal. El buen trabajo de un sacrificado Özil en defensa desapareció, el centro del campo se disolvió y solo quedaron en pie Aubameyang y un Cech que salvó los muebles en los últimos compases.
El destino estaba escrito y el último espectáculo del mago puso en pie a cualquier londinense más azul que rojo. El Chelsea es campeón y, probablemente sea el día más triste de los últimos años para el equipo.