Pasó el Sevilla, pero lo hizo sufriendo como nunca ante un Cluj que, pese a su conservador planteamiento, estuvo muy cerca de hacer saltar la sorpresa en el Pizjuán.
Los primeros minutos de partido fueron extraños. Extraños porque con el 0-0 pasaba el Sevilla, y el Cluj no parecía estar interesado en hacer nada por remediarlo.
Los de Petrescu salieron bien plantados en defensa, pero sin arriesgar absolutamente nada. Su planteamiento era el de esperar a que el Sevilla cometiera un error. Error no forzado, de hecho, porque ni siquiera ejerció una asfixiante presión que lo provocase.
El Sevilla no tardó en hacerse con el control del partido, pero fue un dominio estéril. Tuvo ocasiones de gol más que de sobra, pero era uno de esos días en los que la pelotita no quería entrar.
Así fueron pasando los minutos hasta que al filo del descanso, sin motivo aparente, el Sevilla se apagó. Como al reloj que se le acaba la pila, los de Lopetegui se borraron del partido, el Cluj se percató e hizo que los últimos cinco minutos del primer tiempo resultasen eternos para la parroquia hispalense.
Merodeó el tanto que le diera el pase el Cluj en esos mentados minutos, pero el Sevilla se salvó. Literalmente se salvó, porque Bono, quien a punto estuvo de ser protagonista por todo lo contrario, estuvo espléndido, salvando al Sevilla de un bochorno.
El Sánchez-Pizjuán no aceptó de buen grado lo que estaba viendo, y despidió a los suyos con los primeros pitos del partido. Nada en comparación con lo que ocurriría una hora más tarde, al término del segundo tiempo.
El segundo periodo empezó como el primero, con el Sevilla atacando y el Cluj defendiéndose, pero en esta ocasión las tornas cambiaron mucho antes.
El Cluj empezó a encontrar la forma de meter mano al Sevilla, y Paun encontró un filón con los disparos desde media distancia. La entrada de Banega permitió al Sevilla tomar un poco de aire, pues con el argentino el centro del campo se reforzó, pero de nuevo el viento a favor duró poco.
Por algún motivo el Sevilla permitió que el partido se abriera. En lugar de dormirlo y matarlo, los de Lopetegui accedieron a intercambiar golpes con su rival, y en una de esas Nervión se heló.
Era el minuto 87. Traoré se llevó a trompicones un balón, asistió a Paun y este chutó con fuerza un disparo que Bono, impecable hasta ahora, se comió. El balón le botó delante y se le coló por debajo del cuerpo.
El Pizjuán se quedó en silencio. No era posible. El Cluj, haciendo un mínimo esfuerzo, estaba a punto de apear al pentacampeón. Los pupilos de Lopetegui protestaban al árbitro. Reclamaban una mano previa.
Y este les tranquilizó. El VAR está haciendo su trabajo. Dos interminables minutos después, Andris Treimanis hizo el gesto del televisor y anuló el gol, explicando que hubo mano de Lacina Traoré tras controlar el balón.
Al Cluj solo le quedaba ya la épica, la cual se convirtió en el más difícil todavía cuando en el primer minuto de un alargue de seis, Bordeianu vio la segunda amarilla y dejó a los rumanos con un hombre menos.
El Sevilla aguantó hasta el final a un rival que ya jugaba a la desesperada. Y el partido llegó a su fin en medio de los silbidos y abucheos de una grada muy desencantada con su equipo. El Sevilla logró el pase sufriendo, agradeciendo al VAR su existencia.