Las musas han tomado el puente aéreo. El Real Madrid ha regresado más chisposo, atinado y ganador que un Barça fatigado y dubitativo. Los avisos de los últimos días terminaron de confirmarse en San Sebastián. Los de Zidane se han llevado todo mientras languidece el Barcelona, incluido el factor suerte. El nuevo líder viste de blanco, con la mínima ventaja pero con una inquebrantable sensación de fortaleza desde que volvió el fútbol.
La Liga está en una cornisa, pero al Madrid se le ve como mejor funambulista que el Barcelona. Si los de Setién resbalaron en Sevilla, los blancos no acusaron para nada el vértigo. Solo tuvieron que esperar a la segunda mitad para desactivar a una Real que no es ni por asomo la que nos enamoró; acabaron ganando esperando ver caer la fruta madura.
Vinicius, que recibió galones mientras Hazard entraba en boxes esta jornada, estuvo revoltoso y juguetón. Se acordará Imanol de la expulsión de Zaldua, porque Gorosabel sufrió bastante al brasileño. Una vez más, inició las jugadas con la promesa de un gran final y las acabó con un decepcionante epílogo. Pero creando los pocos desequilibrios de la noche.
Así fue como levantó la persiana a la portería de Remiro. En su enésimo flechazo por la izquierda, coqueteó por el área y cayó al suelo ante Diego Llorente. Penalti y gloria para Sergio Ramos. El sevillano, con pulsaciones de ciclista, puso el 0-1. El líder del líder.
Fue Karim Benzema, el otro hombre gol de Zidane este año, el que pareció cerrar el duelo. Controló en el área, los rivales se relajaron pensando que le iban a pitar mano y definió junto a las piernas de mantequilla de Álex Remiro.
El liderato estaba ya facturado, pero a siete minutos para el final, Mikel Merino, que finalizó con tanta rabia que casi echa el larguero abajo, dejó algo de emoción extra. Pero a golpes de corazón no hace daño esta Real, que ha perdido la brújula de Odegaard, inoperante ante el dueño de sus derechos, y ahora incluso ve peligrar su posición europea.
La Liga de los tres centímetros
Esta es una parte de ver el 1-2. La otra es la liga de los tres centímetros que aventuró Setién sin saberlo. Mientras el Madrid confirmaba el enroque en la cabeza de la tabla, el móvil de Piqué debía arder. También su mano conteniéndose para no escribir. Porque hubo de todo para que los barcelonistas se marcharan mosqueados con Estrada Fernández.
El 0-1 llegó por un penalti que, si lo fue, fue un penaltito, de esos que suelen valer diferente en un área u otra. Pero lo que provocó el incendio en las redes fue el tanto anulado a Januzaj, que reversionó, solo tres días después, el fuera de juego a Rodrigo por posición de influencia de Maxi Gómez.
Ni siquiera lo protestaron los madridistas, pero el árbitro catalán vio tan claro que Mikel Merino interfería en la visión de Courtois que ni siquiera aceptó el cable del VAR y el monitor para reafirmarse.
Con la Real aún frotándose los ojos por ello, llegó el 0-2 de Benzema. Hay imágenes por las que uno puede pensar que se ayudó para el control del hombro, otras que invitan a creer que fue con el brazo.
Pero las musas, ya lo hemos dicho, se han puesto de lado del Real Madrid en este nuevo fútbol pospandemia. Para ganar sus tres encuentros y para que le haya salido cara en las decisones arbitrales. El empate en la cabeza, la lengua de Piqué y el fuego del VAR nos van a dejar un verano futbolístico con más temperatura en la clasificación que los terrenos de juego.