El derbi canario se quedó en casa. Las Palmas ha ganado por dos goles a uno a un Tenerife que no estuvo a la altura en el primer tiempo, y que la suerte que tuvo en el segundo le dio la espalda en las postrimerías de este.
Los derbis son partidos siempre competidos, desde el minuto 1 al 90, o 98, como fue este el caso. Las Palmas y Tenerife nos brindaron un partido por lo general entretenido, con sus lógicas fases de absoluta tranquilidad, y con otras de auténtico frenesí.
Las Palmas fue netamente superior al Tenerife en el primer tiempo, pero solo logró irse al descanso con una mínima ventaja de un gol, el que anotó Jonathan Viera a pase de Jesé en el 25', previa anulación por el asistente por fuera de juego y la consiguiente de validación a través del VAR.
La ventaja del conjunto amarillo no fue mayor porque Jesé se topó una y otra vez con un Soriano que volvió a estar especialmente inspirado. El guardameta del Tenerife sostuvo a su equipo en los momentos de mayor debilidad.
Acusó el tanto el cuadro chicharrero, pero logró alcanzar el descanso sin conceder más, y tras este, y con el cambio, a priori extraño, de Mollejo por Shashoua, reapareció en el Estadio de Gran Canaria con energías renovadas.
Efectivamente, el conjunto de Santa Cruz arrancó mejor la segunda parte que su rival, y las primeras llegadas corrieron por cuenta de los visitantes. Dominó el Tenerife hasta que Pepe Mel puso orden e hizo los cambios que el partido exigía.
Las fuerzas volvieron a equilibrarse, y con el paso de los minutos, por los nervios, la tensión y la fatiga, el centro del campo empezó a desaparecer. Y, como resultado, los porteros volvieron a ganar protagonismo en un derbi que se estaba empantanando.
Las faltas también empezaron a abundar, y con ellas las amarillas. Y precisamente de una que acarreó amonestación llegó el gol del empate. El Tenerife se alió con la suerte, y el libre directo de Elady (que iba directo a las manos de Raúl Fernández), se coló en la portería tras rozar en Raúl Navas.
Nadie dio por bueno el empate. Puestos en la balanza el valor de la victoria y el miedo a la derrota, los dos equipos apostaron por el triunfo como única salida digna del derbi.
Como resultado, el frenesí se apoderó del partido en sus últimos minutos, en los que Las Palmas creció y el Tenerife menguó, esperando poder pillar a su rival a la contra.
Y lo que se encontró fue con el capricho de la diosa fortuna, que lo que le dio en el empate se lo quitó en el 92', cuando el centro de Lemos lo rozó Larrea al lanzarse a cortarlo, desviándolo hacia su portería, sorprendiendo a un Soriano que no vio venir el balón hasta que lo tuvo encima.
El alargue fue una auténtica locura, y el alargue del alargue, una mayor. El Tenerife se volcó en busca de un empate que no llegó, y claudicó en el Estadio de Gran Canaria con la sensación de haber hecho menos de lo debido en un derbi que se quedó en casa.