Un primer tiempo primoroso tiró por tierra las expectativas del Sporting. Los rojiblancos saltaron ante su afición como un ciclón. Sabían que si marcaban pronto la eliminatoria se abriría como una flor en primavera, y salieron a morder.
El Molinón acompañó. Lo pedía el Sporting. Hacía falta el aliento del público para remontar el partido de ida. A fin de cuentas, no estaba tan lejos, con marcar dos bastaba.
Pero pronto se vio una cosa muy clara sobre el campo. Aunque los dos estaban nerviosos, el Valladolid pronto le cogió el pulso, y empezó a anular el ímpetu del Sporting.
Del aviso local...
Y eso que las primeras ocasiones fueron para los asturianos, más por demérito del Valladolid, dicho sea. Un par de pases atrás que complicaron la vida al conjunto visitante y que el Sporting no aprovechó hicieron despertar al Valladolid.
Y se enchufó. Empezó a mover el Valladolid el balón. Míchel Herrero se convirtió en el faro del equipo, el hombre que repartió juego a diestro y siniestro, y que le dio pausa al juego cuando hizo falta.
...A los visitantes
Avisó a los 9 minutos de partido Jaime Mata, rematando completamente solo un balón colgado al área, pero se adelantó al balón y la mandó al cielo de Gijón, con toda la portería para él solo.
Nueve más tarde, en el 18', otra. Mata demostró que, además de un rematador de área nato, es un luchador. Por potencia se llevó un balón en banda, hasta línea de fondo, y logró ponéserlo a Hervías quien no logró rematar adecuadamente, atrapándolo Mariño.
Respondió a continuación el Sporting, con una jugada muy similar, con escaso acierto también. Parecía que daba un paso al frente, que se hacía entonces con el partido, cuando apareció el hombre-gol del Valladolid.
El Sporting, a la lona
Mata recibió en el área, tras un contragolpe que evidenció las carencias defensivas del Sporting (en concreto, un agujero considerable en su banda derecha), y que demostró que no sólo sabe rematar al primer toque.
Encaró, se la acomodó, y la puso con rosca en el palo largo, inalcanzable para Mariño. El gol fue un sopapo al Sporting, y el partido cambió radicalmente.
El gol obligaba al Sporting a marcar tres para forzar la prórroga, por lo que tocaba forzar un poco más. Adelantar líneas. Arriesgar. Y el Valladolid lo leyó a la perfección. Supo aprovecharse de ese extra de prisa, de ansiedad que detectó en su rival, y dejó de sufrir.
Jaque mate
En el minuto 31, Óscar Plano sentenció el partido. Cada vez que robaba el Valladolid, al Sporting le tocaba correr 30 metros o más hacia su campo, por lo que los contragolpes se convirtieron en el 'a-b-c' del rival.
En uno de esos llegó la sentencia. Óscar Plano para un Jaime Mata que estaba en fuera de juego, devolución y, desde la frontal, zapatazo imparable para Mariño. Golazo y silencio en El Molinón.
Porque ya no había que meter tres. Había que meter cinco. El gol de Jony en Zorrilla había quedado anulado con estos dos zarpazos. El Sporting se vino abajo, El Molinón abandonó a los suyos.
Un color sobre el terreno de juego
De ahí al final del primer tiempo, monólogo blanquivioleta. Una ocasión tras otra. Hervías disfrutaba haciendo estragos por su banda, y los contragolpes agotaban, desangraban al Sporting, que no quería acabar goleado hoy. Una cosa es perder, y otra ser humillado.
La primera parte terminó con una buena ocasión de Michael Santos, uno de los pocos que no tiró la toalla antes de tiempo, pero Masip, sin mucho trabajo hoy pero muy correcto siempre que le tocó intervenir, repelió su disparo con el hombro.
El segundo tiempo se inició con las gradas en silencio. Sólo se oía a la esquina ocupada por la afición visitante. El Molinón atravesaba una crisis de fe, que se agudizó con el paso de los minutos, al ver que su Sporting no era capaz de hincarle el diente al rival.
El arte de vivir de las rentas
El Valladolid, consciente de su amplísima renta, ahora sí contemporizó. El temor que todos los aficionados pucelanos tenían, que se dedicasen a especular con el resultado con el 0-0, hecho realidad con la tranquilidad que da saber que tu rival tiene que meterte cinco.
Dominó el encuentro el Valladolid hasta el final, sin conceder nada (o muy poco) al Sporting. De hecho, fue una constante ver a Sergio González pedir a los suyos una y otra vez que no se matasen a correr. Y es que, de haber podido, les hubiera sentado a todos, para que descansasen.
A quien quiso sentar fue a Mata, quien abrió el marcador, pero una inoportuna lesión de Míchel Herrero, dueño y señor del centro del campo hoy, le obligó a cambiar los planes.
Entre tanto, un penalti de Toni Villa sobre Santos permitió a Carmona maquillar un poco el marcador desde los once metros. Y de una lesión, a otra. Óscar Plano, el autor del segundo, no terminó el partido y dejó a los suyos con 10 desde el 88' hasta el pitido final.
Poco importó. El Sporting había bajado los brazos hacía mucho tiempo, y el Valladolid se sabía ganador y en la final. Con la mente puesta en Soria. Una final que disputarán los que, a priori, más complicado lo tenían, el quinto y el sexto clasificados. Numancia o Valladolid, la Primera División espera a uno de ellos.