En Argentina, el fútbol es una religión, un sentir, una forma de vida que late cuando gana la 'Albiceleste' y se envenena cuando no lo hace. La Selección es un ente que está por encima de todo, del propio Gobierno incluso. Por eso la sequía de títulos duele tanto. Por eso Maradona es lo más parecido a dios que se puede encontrar en ese país de contrastes.
El mismo que azota a Messi como si fuera un engañador, mientras se echa a la espalda un equipo que no habría pisado cuatro finales sin el '10' sobre el terreno de juego. La crítica golpea feroz, como el hacha de un verdugo que no necesita de dos intentos para cumplir su cometido.
A Messi no se le perdona que no haya acabado con la sequía de títulos en Argentina. En el baúl de las cosas menos importantes quedaron el Mundial Sub 20 o el Oro olímpico que sumó para su país, el que tanto añora pese a tener que abandonarlo desde muy pequeño para perseguir el sueño de la pelota, esa que lleva cosida al pie día sí y día también.
No hay paraguas para tanta lluvia de 'palos'
La situación ha llegado al punto de que a Messi se le critica hasta cuando no juega, como tras la goleada sufrida ante España. El argentino lo sufrió desde la grada por culpa de unas molestias, pero a él se le achacó un ridículo histórico que ha provocado un huracán de críticas devastador. Pocos se han salvado del azote de una prensa que vive con el cuchillo entre los dientes y que ha convertido en calvaro la estancia de una generación de jugadores que va tocando a su fín.
Higuaín, Biglia o Mascherano no estuvieron bien, pero se les achaca que juegan por ser amigos suyos o por una suspuestas presiones que ejerce sobre los seleccionadores. Una cosa es que sea el equipo de Messi y otra tirar piedras sobre su propio tejado...
La presión fue lastrando a Argentina en cada una de las tres finales recientes que ha perdido. La losa era tan grande que ni siquiera el mejor jugador de la historia pudo soportarla. No hay escudo o paraguas que bloquee el asedio que ha sufrido el argentino en estos años.
Los mismos años que se van sumando a la edad de un Messi al que se le va escapando su carrera sin conseguir lo que más ansía en su carrera profesional, darle una alegría a su gente. A esa con la que se crió en Rosario y tantos y tantos otros que le apoyaron en las buenas en las malas. Incluso a aquellos que no y que le han llevado por un camino de amargura que ha incrementado el peso de la '10' albiceleste hasta límites insospechados. Sus lágrimas tras la Copa América Centenario son ya parte de la historia del fútbol.
El 'pecado' de no ser Maradona
Argentina es un contexto diferente, donde la Selección está a años luz en importancia de cualquier club por muy representativo o exitoso que este sea. El que le ha tocado vivir a un Leo Messi que ya amagó con abandonar.
Ahora le queda la bala del Mundial, probablamente la última. Y como si de una competición de masoquismo se tratase, Argentina ha multiplicado el peso de la mochila de esas cuatro finales perdidas y el recuerdo del 86 para la cita de Rusia. Otro reto para un futbolista cuyo único pecado es no ser Maradona. Pero no le hace falta, sólo que muchos, como con tantas cosas de la vida, sólo comprenderán cuando se haya ido.