La derrota en Vigo se convirtió en un nuevo vestigio de aquel Sevilla que sorprendió a principios de temporada. La regularidad, al margen de algún que otro batacazo, marcó el juego de los sevillistas hasta entrado el año 2020. Desde entonces, la cosa ha caído en picado.
Y es que son solo cinco puntos los que ha conseguido el Sevilla en cuatro partidos disputados de Liga, lo que, sumado a la rehabilitación del Atlético y el estado de forma del 'superGeta', le ha hecho alejarse del objetivo principal, los puestos de Champions League.
La mala racha que atraviesa el equipo hispalense afecta, además, a la identidad de los de Lopetegui, que no terminan de acoplarse a estas alturas de la temporada. La derrota en Copa ante el Mirandés, un muy negativo punto de inflexión.
Son varios jugadores los que han bajado en rendimiento de forma notoria. El caso más claro es el de Éver Banega, que desde que se oficializó su marcha para verano, no da pie con bola. Por otro lado, otros como Reguilón, Jordán u Ocampos también han dado un bajón importante.
El fichaje de Suso tampoco ha dado un nivel, de momento, destacado. Puede que sea culpa del esquema de Lopetegui, solo un bache o un síntoma de que hay que cambiar algo, pero lo que está claro es que en los aledaños del Pizjuán hay un culpable claro, y el dedo acusador de la afición señala al banquillo.