Apenas restaban segundos al cronómetro, cuando Luka Modric exhibió su pundonor para robarle la cartera al defensor del Sevilla y correr hacia Vaclík para marcar el 2-0 definitivo, celebrando su enésima resurrección.
Sin embargo, la imagen del croata vale más que el gol y los tres puntos del Real Madrid. El centrocampista mostró la versión que le coronó como el flamante Balón de Oro ante un Bernabéu ávido de gloria y reivindicación.
En plena vorágine de críticas, Modric cogió las riendas del equipo, liderando a sus compañeros hacia la victoria ante un Sevilla que llegaba al Santiago Bernabéu henchido de confianza por su posición en la tabla.
Sin tiempo que perder, el croata se impuso en la medular desde el arranque a Banega y cía, comandando las ofensivas blancas que pronto tuvo a Vinicius solo frente a Vaclík, pero el brasileño desperdició la bandeja del subcampeón del mundo.
No obstante, el destino tenía guardado un premio para Modric y su competitividad. El mediocentro, pese a ir ganando 1-0 en el minuto 92, vio recompensado su esfuerzo defensivo con un tanto que sirvió como broche a su regreso.