Los grandes jugadores pueden tener un mal día. Pero mientras el árbitro no pite, siempre se les está esperando para cambiar la estrella de un encuentro. Y eso es lo que hizo Kylian Mbappé. Cuando el partido estaba perdido, consiguió un 2-2 que parecía impensable antes.
La ironía era que el 3-1 se estaba mascando. Salah estaba lanzando contragolpes peligrosos. En uno de ellos se equivocó, le entregó la bola a un rival y la contra parisina resultó letal. Neymar condujo, aguantó lo que pudo y le dio la bola a su compañero para silenciar Anfield.
No había sido su mejor noche, Klopp le había preparado un buen entramado para reducirle los espacios. Apenas había podido conectar un lanzamiento en un saque de esquina que sue fue por encima del larguero durante la primera mitad.
Pero en la más clara que tuvo no falló, pues no suele hacerlo.
Eso sí, lo que parecía un rescate se quedó hecho añicos en el tiempo de prolongación, cuando Firmino volvió a rescatar los tres primeros puntos para el Liverpool. Para colmo de males, tras un balón perdido por el propio Mbappé.