Un 24 de agosto de 2005, se veían las caras el Barcelona, flamante campeón de Liga, y la Juventus, también dominadora de la Serie A, en el Joan Gamper del equiop azulgrana. Ronaldinho, Puyol, Deco, Eto’o, Del Piero, VIeira, Trezeguet o Ibrahimovic estaban llamados a ser las estrellas de un encuentro que acabó por encumbrar a un chaval de apenas 18 años y que debutaba por primera vez como titular en el Camp Nou.
Su nombre, Lionel Messi, parecía más el de uno de tantos canteranos que luchan en pretemporada por hacerse un hueco en la plantilla de los grandes del fútbol español que el de un futbolista que iba a cambiar la historia del fútbol moderno con su calidad.
"A los 25 minutos de partido me acerqué a Frank (Rijkaard) y le pedí la cesión de Messi. Sabía de algunos problemas burocráticos y pensaba que no podía empezar la temporada en Barcelona. Entonces se me ocurrió llevármelo a Turín, pero Frank me dijo que en meses estaría todo arreglado, así que no pudimos llegar a un acuerdo", recordó Capello hace unos años.
Aquel día, Messi hizo lo que quiso en el terreno de juego. Pero, no por conocerle, Capello logró adivinar cómo pararle. "Sabía que Messi existía por sus actuaciones con las selecciones inferiores de Argentina, pero lo que ví aquella noche me dejó alucinado. Que un futbolista de su edad jugara de aquella manera, ante 90.000 espectadores, sin dejarse intimidar por Balzaretti, un lateral con experiencia y duro, me sorprendió enormemente. Tenía personalidad, calidad, 'dribbling', fantasía… Agarraba el balón y se iba directo a portería con un descaro inusual”, continúa.
Casi 15 años después, Capello se felicitó de haber disfrutado de todo el repertorio técnico de un jugador en el que ya se fijó cuando era únicamente un juvenil. "Hemos disfrutado de todo el despliegue técnico, su talento. Pero ahora puede jugar con más experiencia y eso le da un plus. Con este equilibrio puede mantener el nivel hasta el final de su carrera", concluyó el entonces entrenador de la Juventus.