En 2020 está previsto que se inaugure el Messi Experience Park, un parque temático dedicado a la obra, aún viviente, del 'crack' argentino. Pero ni la realidad virtual, ni la mejor tecnología, ni el fino arte chino para replicarlo todo pueden igualar sus méritos en carne y hueso. Ciertamente, Messi no es único. Pero solo él mismo se puede superar. Ese es su verdadero mérito. Cuando su listón parece perfecto, aparece lo pluscuamperfecto. Lo estelar.
Ni las nueve hectáreas de ese parque, ni las más de 20 atracciones previstas en China. A Messi le basta un mero campo de fútbol para hacer magia y divertir de cuerpo presente a todos los que le ven. Él solito, con un triplete y una asistencia para acaparar todos los méritos de la tarde, tiró de catálogo y chistera para dar un puñetazo de soberanía hacia el título.
Ciertamente, levantar un parque temático en su honor es un homenaje merecido. Eso sí, sería difícil compendiar todo lo que dejará al fútbol como legado. Solo con lo de Sevilla podría tener uno. Con depredadores, como su hambre insaciable para levantar el partido. Con varitas, una en la pierna izquierda, que puede ser a la vez el cañón del 1-1 o la sutil caricia del 2-3; y otra en la derecha, para mandar a callar hasta a Pelé.
El Barcelona tenía el título un poco más torcido al descanso. A pesar incluso del rosarino, que a los cuatro minutos del contragolpe que culminó el Jesús Navas de siempre había empatado con su primer golazo. Pasaron muchas cosas para el parcial de 0-3 de la segunda parte, Messi aparte.
Para empezar, un doble cambio de Valverde que parecía pactado. Se fueron Semedo y Vidal, entraron Sergi Roberto y Dembelé. La nueva banda derecha fue todo un éxito. Machín tuvo que agotar los cambios pronto porque el depósito de gasolina se había vaciado y el Barcelona había cogido el partido por el pecho.
Por entonces, el argentino ya campaba a sus anchas por el campo. Retrasó un poco la posesión para ser ese mediocentro en la frontal que le gusta ser. Bien para buscar el disparo, bien para habilitar a sus compañeros. Dembélé, que ya le discute el título de socio fiel a Luis Suárez, le vino de perlas para contar con más campo.
Se veía venir y llegó. Lo único que sorprendió fue el cómo. Porque Messi, tras fallo en el saque de Vaclik y pase atrás de Dembélé, quería un 'hat trick', pero perfecto. Así que tiró de pierna derecha para ponerla casi en la escuadra. No solo como si fuera diestro, sino como si no fuera zurdo.
El 2-2 aún sabía a poco en su boca. Seguía vestido de tirano, de azote estratosférico, de Dios vestido de humano. Y como no quería dudas ni sustos antes del doble 'Clásico', culminó su hegemonía en LaLiga con el tercero. Hizo lo mismo que Simeone, solo que en vez de llevarse las manos a sus partes, le puso una sonrisa a su cara de asesino.
La suerte no se encuentra, se busca. Y él fue a por ella, en el tiro rechazado de Aleñá. Ante el meta checo bastaba con ponerla a un lado. Pero como no le gustan los tantos regalados, le puso el toque de la casa rascando la bola por encima de Vaclik en un precioso gesto que el parque temático del mañana deberá repetir ante los niños del futuro.
Una guinda, una sonrisa
No quedaban piernas ni corazón en el Sevilla para el empate. Sí tiempo para que Messi se divirtiera un poco más y le regalara también una sonrisa al enquistado Luis Suárez. Controló con el pecho y, sin dejarla caer, dejó al charrúa solo ante Vaclik. Su mala salida fue una invitación para la vaselina.
Cayó el cuarto. Y de manera simbólica un trozo de título liguero. Porque el Barça acudirá rearmado al Bernabéu para irse de allí aún con ventaja o sentenciando su triunfo. Además, con Rakitic y Vidal, quienes esquivaron la quinta amarilla.
Pero da igual la sanción de cualquier compañero si Leo Messi decide jugar allí como lo hizo ante el Sevilla. Delicioso, determinante, insaciable, feliz, capitán. Seguramente, el Messi Experience Park será un gusto para los sentidos. Pero el parque temático del fútbol, el único real, es el propio Messi en vida y vestido de corto.