Messi se va de Rusia sin haber brillado. No estuvo bien el delantero del Barcelona, pero tampoco estuvo arropado por un grupo que vivió demasiado tiempo a la sombra del '10' y que cuando este le necesitó, nunca salió al rescate.
El reto de conquistar el gran título que le falta seguirá merodeando su carrera. No podrá separarse de la sombra de Maradona cada vez que vista la 'Albiceleste'. Para hacerlo, tendrá que esperar cuatro años más para intentarlo en Catar.
En un partido loco, Argentina evidenció la montaña rusa que ha sido su Mundial. Empezó golpeado, logró levantarse, recuperó la ilusión y, de repente, adiós.
Un golpe tremendo para una generación que ha acariciado demasiados títulos, pero no ha logrado levantar ninguno. Messi no estuvo a la altura de un torneo extraño. Sampaoli, el recurso al que se acudió para componerle un contexto favorable al '10' se acabó perdiendo en el intento.
Leo no tuvo chispa y Sampaoli fue incapaz de encerle una llama
Superado, se puso en las manos de Messi y ahí claudicó. Leo no tuvo chispa y el seleccionador no encontró a nadie que encendiera la llama de esta Argentina. Messi se marcha de Rusia con un penalti fallado, un gol y dos asistencias. Números pobres que le alejan del Balón de Oro, esa lucha menor que en estos ciclos siempre depende de cómo se responda en la cita mundialista.
Durante los cuatro partidos que aguantó en el torneo, se le vio apagado, asumiendo el destino que le acabó llegando ante Francia. No se rebeló ante él, simplemente lo asumió alicaído, como si durante todo el torneo meditara más si dejar la 'Albiceleste' tras el enésimo palo o seguir con semejante carga a su espalda un poco más.
No hubo lágrimas tras el adiós. La asistencia al 'Kun' fue su última aportación a un torneo que le echará de menos. Pero como en la vida, se topó con otros que vienen apretando, como Mbappé, que desnudó todas las debilidades de esta frágil Argentina que construyó Sampaoli.
El Mundial se queda huérfano de Messi, el mejor jugador del último que se disputó. Pasó casi sin hacer ruido, sin socios, sin soluciones, sin alma. Y así, es imposible ganar un Mundial. Quizá en Catar, pero ya con otra generación...