De todo menos fútbol. Eso es lo que se vio en 'Le Classique', donde el gol de Thauvin fue prácticamente la anécdota entre faltas, protestas, tanganas y líos. Ganó el Olympique de Marsella, que derrotaba por primera vez al Paris Saint-Germain en nueve años, pero sobre todo ganó la polémica.
La expectativa estaba alta. Primer partido grande del año, la vuelta de Neymar y las ganas de reaparecer del equipo de Thomas Tuchel. Recordemos, los parisinos debutaron hace apenas tres días con derrota ante el Lens y habían comenzado a recuperar efectivos tras el brote de coronavirus en el vestuario.
Pero el asunto ya venía caliente. Mucha tensión, demasiada. El brasileño, que también le gusta estar en todos los fregados, contribuyó mucho en el asunto. También el árbitro, que no consiguió sujetar el partido desde el primer momento y se le acabó yendo de las manos entre la subida de temperatura.
Apenas habían pasado unos minutos cuando Payet ya se encaró con Neymar en un cruce de patadas y simulaciones. Entretanto, en lo poco futbolístico que se pudo salvar, el PSG dominaba el balón en un arranque que parecía prometedor, porque Sarabia estuvo a punto de marcar en apenas la primera jugada del partido.
Sin embargo, el paso de los minutos diluyó los empellones del PSG y quien encontró el gol fue el Marsella. Fue a la media hora de partido, en una falta desde la izquierda colgada por Gueye que encontró en el segundo palo completamente a Thauvin. Venía solo, quizá en fuera de juego, pero el VAR intervino y el árbitro decidió que fue legal.
Lo que vino después poco tuvo que ver con acción o reacción. Sucedió que el choque se puso aún más bronco. Neymar cayó ante Álvaro González con el juego por otro lado, llegó la tangana, el brasileño acusó al central español de dedicarle algún insulto racista y Ángel Di María le soltó un feo escupitajo que captaron las cámaras.
Un gol mal anulado... y el colofón
Para la segunda mitad, la polémica fue más por lo arbitral. Y es que poco después de que Mandanda le sacara un pie salvador ante Sarabia, el árbitro anuló correctamente un gol en fuera de juego de Di María y se equivocó en otro del Olympique de Marsella. Benedetto hizo el 0-2, pero no subió al marcador.
El delantero argentino cazó un rechace de Sergio Rico tras un disparo de Thauvin. El extremo francés recibió dentro del área y chutó con la zurda, pero el línea interpretó que estaba adelantado. Sin embargo, la repetición mostraba claramente cómo estaba en línea con el pie de Florenzi. Poco importó, porque el videoarbitraje no llegó a intervenir. Villas-Boas no se lo creía y se ponía rojo reclamando un posible penalti posterior.
A pesar del sufrimiento, el PSG consiguió enfriar su temperamento (por poco) en el tramo final de partido para concentrarse en empatar, pero fue imposible. Neymar, sin apenas ritmo, estuvo deslucido y falto de suerte cuando más la necesitó. En un par de ocasiones tuvo el gol en sus botas, sobre todo en un pase de la muerte de Sarabia que el brasileño no acertó a empujar en el área pequeña.
Florenzi o Di María estarían activos, pero llegó el añadido y todo se fue de las manos. Cuando el choque agonizaba, Neymar encendía la mecha con otra discusión con Álvaro y una falta de Paredes en el centro del campo hacía explotar la bomba. El final que ni esperábamos ni necesitábamos, pero el que se veía venir.
No se jugó más. Lo que se formó fue una batalla campal con empujones y patadas que se saldó con cinco tarjetas rojas. La vio Kurzawa por arrearle a Amavi, que también respondió y vio la suya de manera directa. También se fueron a la calle Paredes y Benedetto con doble amarilla... y Neymar. Era el colofón a su esperpento: sacó el puño, lo vio el VAR y el árbitro le mandó al vestuario.
17 tarjetas fue el total del partido, cinco de ellas rojas, en la segunda derrota en dos partidos del PSG, que llevaba desde la temporada 1978-79 sin meter gol en sus dos primeros encuentros. Ni la vuelta de Neymar, absolutamente sobrerrevolucionado, hizo carburar a un equipo que perdió el norte junto al partido.