Es lo que tiene la Champions, que permite estos episodios inverosímiles. Cuanto todo estaba dispuesto para un festejo histórico del Atalanta, irrumpieron Neymar y Mbappé como lo hacía el sheriff en el 'saloon' en busca del forajido. El PSG lleva una década buscando su Champions y esta oportunidad, sin partido de vuelta, ante rivales agotados y preocupados por la economía presente y futura, es demasiado golosa. Ha costado sudor y millones, no obstante: el PSG no cataba una semifinal desde el año 95.
Lo hace a costa del bravísimo Atalanta, quien lo tuvo en la mano y vio cómo su sueño se le deslizaba líquido de los dedos. En la eliminación tuvo que ver la condición un tanto suicida del conjunto bergamasco, la naturaleza nada especuladora del proyecto de Gasperini; por supuesto, también la ausencia de gasolina en los últimos minutos. Si Neymar andaba cansado, en Atalanta había quien no podía casi caminar. El Atalanta llegó hasta donde pudo, que no es poca cosa. Volverán a la Champions del curso que viene tras practicar un fútbol incontenible y pulverizar récords de goles en el duro 'Calcio'.
August 12, 2020
En cierto modo, se impuso la lógica. El PSG tiene a los dos futbolistas más caros de la historia, ha invertido 800 millones en jugadores en los últimos cinco años. El Atalanta, hace diez, estaba en Serie B de Italia. Cuestión de perspectiva, aunque el prodigio futbolístico del Atalanta bien mereció durante muchos minutos otro desenlace. El fútbol no premia méritos, en cualquier caso, sino verdades. No hay mayor verdad que el gol y el PSG marcó uno más que su adversario, aunque lo hiciera cuando en la banda Tuchel y compañía no podían hacer otra cosa que taparse los ojos con las manos.
Neymar quiere la Champions y, aunque fue a menos, pidió la bola desde el minuto uno. Firmó un faboluso encuentro al que solo le faltó el gol. 'Solo', como si aquello de lo que careció no fuera lo más importante. Fuera del área completó una actuación digna de Balón de Oro, pero cada vez que disparaba cerca del portero llegaba a rozar el esperpento. Neymar flotó, de sus pies brotó magia e inteligencia, surcó el campo como si en lugar de botas calzara dos locomotoras, generó terrores nocturnos en la zaga del Atalanta y a la hora de colar la bola fue una escopeta de feria. Incluso su asistencia a Marquinhos resultó ser un tiro en semifallo. Debió esperar a su compinche Mbappé, casi cojo, para poder materializar la remontada. Solo no le dio.
Pero fue el Atalanta quien golpeó primero. Los bergamascos salieron con el cuchillo afilado y, repuestos del susto inicial en el minuto 3 de Neymar, que la mandó fuera cuando lo tenía todo a favor para fusilar a Sportiello, Pasalic sacó escuadra y cartabón para clavar la bola en la escuadra a la derecha de Keylor. El Papu se había pavoneado por el campo durante la primera media y mirado de tú a tú a Neymar por el gobierno del partido. Antes del 1-0, Hateboer se topó con el felino Keylor.
Neymar cabalgaba y repartía caramelos a partes iguales, rey mago y paje al mismo tiempo. Desaparecido Icardi, no encontró socios el brasileño, cuyo durísimo disparo poco antes de la media hora, justo después del gol, se escapó por poco. Hateboer puso en aprietos a sus propios compañeros cediendo el balón al que no era, pero no fue el día de Neymar con el fusil. Su zurdazo en Da Luz acabó con el balón en Do Dragao.
La segunda fue un calco de la primera, con el Atalanta asustando y poniendo minas en el campo, con Neymar en modo zafarrancho mientras lo demás miraban esperando la obra de arte del ex de Santos y Barcelona. Entró Mbappé y Gasperini añadió otra preocupación a su colección de problemas, ya que el francés suponía otro enigma para una defensa que no se caracteriza precisamente por su efectividad. Así es el Atalanta, y así ha llegado adonde ha llegado.
Mbappé instaló su carril por la izquierda y, a la vez que Neymar lo intentaba menos debido a la frustración y la fatiga, Sportiello despejaba los balones que le descargaba el joven delantero francés. Casi todas las ocasiones de la segunda mitad cayeron del lado parisino, aunque Djimsiti pudo engordar la ventaja del Atalanta poco antes de que entrara Mbappé. Saltó al campo y lo que vino después ya fue embotellamiento.
Tuchel tuvo un momento se desconoce que si de genio o loco, ya que Keylor se lesionó y estuvo tentado de dejarlo en el campo. Con el costarricense en el suelo dio entrada a Paredes, algo más tarde a Choupo-Moting, a la postre decisivos también. El argentino porque ayudó a mover el avispero y el camerunés porque participó en ambos goles.
Y eso que el PSG casi tira la toalla, pero encontró oro en un balón a la olla de Choupo-Moting en el minuto 90 del choque. Con el ácido láctico bordeando las roturas, la zaga del Atalanta perdió la marca de Neymar, quien controló, tiró y erró para que marcara Marquinhos, que pasaba por allí. Ni tres minutos después, yacían los bergamascos en el suelo, saboreando lona, debido a que los buenos, Neymar y Mbappé, inventaron en el balcón del área para permitir que el mencionado Choupo-Moting se llevara la gloria.
Una gloria que a toneladas gana el Atalanta, por fútbol y ambición; esta vez el PSG sí frotó la lámpara que tenía desactivada estos años anteriores.