A sus 26 años, Emre Can es demasiado joven para sufrir ese retraso de posición de los futbolistas veteranos y demasiado veterano para aprender lo que un joven. Sin embargo, esta temporada nos anda dando una lección de cómo ser un futbolista multiusos, puesto que está dando rienda a su alma de defensa.
Tras la marcha de Achraf al Inter, Lucien Favre decidió dar continuidad al sistema de tres centrales y dos carrileros que tan buen resultado dio el curso pasado. Llegó Meunier para suplir al hispanomarroquí, hombre por hombre, si bien el técnico suizo ha optado por dar continuidad a Emre Can en el dibujo de tres centrales. No es un experimento, ya es una costumbre.
De hecho, las pruebas como tal llegaron en los últimos partidos de la pasada campaña. Por necesidad, ante el Wolfsburgo (23 de mayo), cuando Hummels se lesionó, el técnico aurinegro improvisó en su posición al teutón. A partir de ahí, jugó tres encuentros más.
La reanudación del curso, tras cinco encuentros oficiales con el Borussia Dortmund, le ha reafirmado en ese rol de zaguero. Y a disgusto no se le ve, puesto que ha perdido llegada, aunque a balón parado sigue siendo indispensable, como demostró ante el Freiburg con su gol.
La idea ha cuajado también este curso con la Selección Alemana: cuatro partidos lleva y en todos se empleó como zaguero. De hecho, en esos choques ha jugado como central derecho, como carrilero por la izquierda e incluso haciendo las veces de hombre libre, así que parece que el cambio de rol también ha convencido a Joachim Löw.