Partía líder el Sevilla tras el parón, se acostó en la cima el Alavés, llegó a ponerse primero el Atlético... y el Barcelona-Sevilla hará que acabe liderando otro diferente. A base de tropiezos de los grandes, de sorpresas en Vitoria y Sevilla y de la inconsistencia 'colchonera', la competición parece una carrera de tortugas.
El Atlético no termina de carburar, pero el motor le vale para estar en la pomada. Por lo pronto, ya encima del Madrid tras otro pinchazo de frotarse los ojos. Se siente cómodo ahí, agazapado, escondiendo las garras, bajo la lluvia de críticas y dudas. Simeone ha demostrado que ese caldo de cultivo le da réditos en el tramo final, cuando despierta.
Porque, además, la falta de clarividencia ofensiva, la que cada temporada le juega malas pasadas hasta que llega la velocidad de crucero, contrasta con el aval inquebrantable en la figura de Jan Oblak. El esloveno, ese muro verde que desquicia a los delanteros, no falló cuando el Villarreal apretó por algo más que un empate.
Tres paradas, especialmente una a Bacca en el mano a mano, en cuestión de solo un minuto, dieron valor a un empate que tiene la contrapartida de que Filipe Luis había abierto la lata y que Lemar, a un minuto para el final, perdonó en boca de gol el triunfo.
Pero fue el día del funambulismo, porque tampoco en la raya de gol llegó a embocar en un par de ocasiones Gerard Moreno. Amarillos y rojiblancos (esta vez con una extraña equipación) se repartieron más lamentos que puntos.
El empate, en realidad, fueron dos empates. A incapacidad en la primera mitad, a dinamismo en la segunda. Simeone reaccionó al descanso con un doble cambio para imantar el triunfo; al Villarreal se le vieron los colmillos cuando ya se vio abajo en el marcador.
También pareció desdoblarse en dos el corazón del Villarreal. Porque Fornals comandó hasta que Cazorla tomó el testigo. Rodri, en su vuelta a casa, se marchó con la lengua fuera al descanso, sin pena ni gloria.
El encuentro acabó echando tanto de menos a los estiletes que acabaron siendo dos laterales los que firmaron las tablas. Pero, claro, a ver quién entiende esta liga de tropiezos. Y a ver quién posee la fórmula para empequeñecer a Oblak.