No siempre pasa, porque la vida ni es justa ni es matemática. Y seguiremos maldiciendo a aquellos que, sin esfuerzo ni trabajo alguno, se topan con grandes resultados. Pero acertaremos muchas más veces si afirmamos que, a poca siembra, poca cosecha.
Apenas echó el Cholo semillas en la tierra de Bucarest. Muchos aseguran que la del Wanda habría sido más fértil y no es lo más justo que los rojiblancos no jueguen en casa en una doble eliminatoria. Pero no puede ser excusa, no al menos para todo.
Simeone apostó por una Champions a partido único. Miró mucho más por guardar el 0-0 inicial y jugarse las castañas en Londres. Las cosas como son, ya lo hizo en 2014 y le salió bien. Tan bien que ganó 1-3 en Inglaterra y se coló en toda una final de la Champions. Pero no siempre sale cara.
El Cholo dispuso una defensa de tres centrales, con Llorente y Lemar como carrileros. Koke y Saúl ocuparon el doble pivote, con Correa, Joao Félix y Joao Félix en ataque. O más arriba, mejor dicho. Porque poco ataque hubo por parte de los 'colchoneros'.
Los primeros minutos, que dejaron la amarilla para el apercibido Mount (él y Jorginho se perderán la vuelta) engañaron a más de uno. Sencillamente, porque fueron medianamente entretenidos. Las idas nunca estuvieron hechas para el despiporre y el espectáculo, sí. Pero a solo un canal de distancia, el Bayern y la Lazio parecían practicar otro deporte.
Mendy, que estuvo fatal con los pies durante todo el encuentro, casi le regala un gol a Saúl. Perdió la bola en un control largo, pero el del '8' fue aún más largo y se salió de la zona peligrosa. Tras varias llegadas repartidas entre locales y visitantes, Christensen lo intentó con un disparo muy desviado antes de dos idénticas llegadas, una para cada equipo. Pero ni el pase de la muerte de Luis Suárez fue aprovechado por Lemar ni el del Chelsea encontró rematador 'blue' alguno en el área.
A los 24 minutos, Marcos Alonso probó a Oblak con un tímido tiro con la zurda desde la frontal. Y pare usted de contar. En todo el primer tiempo, un intento de Werner repelido con poca ortodoxia por Oblak y un casi remate de Suárez en el suelo fue todo lo que hay que contar.
Algo de chispa y golazo con suspense
La segunda parte fue otra cosa. El Atlético vivió sus mejores minutos, concentrados en apenas cuatro, donde llegó hasta tres veces a la portería. Las dos primeras lo hizo físicamente. La tercera, un intento desde el centro del campo de Saúl que no se quedó muy lejos de dar un susto a Mendy.
Antes, Joao Félix voló sobre el césped de Bucarest para conectar una chilena que se fue arriba y Suárez se topó con la defensa en un buen remate de primeras en el área. Pero ninguna hizo trabajar a un Mendy que (atención, spoiler) pudo haber cambiado sus guantes por unos de látex y quizá solo habría notado la diferencia por el frío. Porque ni se los manchó.
Sí se tuvo que manchar la ropa Oblak, pero para acompañar con su estirada el golazo de Giroud. El francés mandó a la red un balón que vino de Hermoso, lo que invalidó el fuera de juego que pitó en primera instancia el colegiado a instancias del asistente. La bola, que entró pegadita al palo derecho del portero, acabó convirtiéndose en el 0-1 en el marcador tras casi cuatro minutos de revisión.
Era el castigo a la racanería. Tampoco hizo el Chelsea una oda al fútbol ofensivo, pero sí se dejó caer por el área rival y con unas intenciones más llamativas que los locales. Que además, y aunque fuese en tierra ajena, eran locales. Y los 'blues' se ajustaron más al papel lógico del visitante.
El gol, como suele pasar, espoleó al Atlético. Pero no todos pueden saltar de la cama y estar totalmente activos justo cuando suena el despertador. Eso le pasó a los de Simeone, que cuando se desperezaron y comenzaron a mirar con rabia el área del Chelsea se dieron cuenta que el reloj ya estaba en las últimas.
Metió Simeone a Dembélé, Torreira y Lodi en los últimos minutos, pero no surtió efecto. Solo Correa dio algo de trabajo a la zaga 'blue' tras estrellar un disparo en un rival. El resto, balones al área sin sentido y sin destino.
Sí pudo abrir brecha el Chelsea con dos llegadas por la derecha en los minutos finales. La primera la sacó Oblak con los dedos tras el tiro de Werner. La segunda estuvo mal llevada por los ingleses y acabó en poder del portero tras tocar en un defensa.
Ni los seis minutos de añadido dieron para algún momento de emoción atlética. El final llegó y, con él, un castigo que parece ajustarse a lo visto sobre el verde.
Un castigo que puede recurrirse. El tribunal estará encantado de cambiar su condena si en Londres se ve arrepentimiento y enmienda. Ya se vio allí una vez. Y en Liverpool. Así que, quizás, aún haya tiempo para darle un empujoncito a la tierra y que broten los frutos justo a tiempo. Pero antes toca mantener el tipo en la Liga tras una semana más que difícil.