Es la Champions League una competición mágica. Da igual cómo llegue el Real Madrid, con muchas dudas en su juego o bien, que siempre aparece a tiempo para brillar donde todos miran.
Tiene, además, esa especie de duende que solo los grandes se ganan. Se le apareció al Real Madrid cuando más sufría, cuando el Chelsea recortó distancias. Y ahí, Benzema es el rey.
Una vez se marchó Cristiano del Santiago Bernabéu, parecía huérfano el puesto de líder. Ay de aquellos ilusos que dudaron del delantero francés, que vayan pidiendo perdón uno a uno.
Benzema es el rey de esta Champions. Los tres goles que marcó en el Bernabéu al PSG quedaron en el olvido cuando volvió a marcar otros tres en otro escenario mítico, Stamford Bridge.
Ancelotti ganó la batalla táctica
Carlo Ancelotti, quien llegó a última hora a Londres tras superar el COVID-19, fue como Lázaro. Un milagro a tiempo para estar en el partido y dar moral a un equipo que había caído en sensaciones en las últimas semanas.
Pero la Champions tiene un aroma especial. Dio el once dos horas y media antes, muy pronto para lo habitual, y pese a ello, el Chelsea no sacó ventaja. El Madrid supo exactamente por dónde atacar en cada momento.
La velocidad de Vinicius y el toque de Benzema. El toque de Vinicius y la velocidad de Benzema. A Christensen, Thiago Silva y Rüdiger se le repetían los fantasmas en cada contraataque blanco.
Precisamente de las botas de uno, el brasileño, y de la cabeza del otro, del francés, nació la ventaja del cuadro español. Como si fuese Santillana, Karim Benzema mandó el balón con la testa donde le era imposible a Mendy.
Noqueado, en el suelo y mostrando la bandera blanca, el Chelsea no supo por dónde venían los aires españoles. Y Benzema, tocado por una varita, encontró de nuevo oro de cabeza. Esta vez su socio fue Modric. Su víctima, la misma, Mendy.
Las pesadillas 'blues' aparecieron cada vez que Vinicius comenzaba una carrera, pero si algo quería demostrar el todavía campeón de Europa es que tiene la resiliencia suficiente como para aguantar bajo el amparo de su público.
Havertz, la única nota que sonó bien en la partitura del Chelsea, recortó distancias antes del descanso. Había revivido no solo el partido, sino la eliminatoria. Y dio motivos a la hinchada londinense para creer.
De Ulreich y Mendy
El Real Madrid tenía claro por dónde tenía que ir su plan, pero si además tiene un regalo inesperado como el hecho por Mendy, mejor. El senegalés se sumó a una indecente lista en la que aparecen ya Ulreich, Karius y Donnarumma.
El senegalés, uno de los mejores porteros de los últimos años, dio un pase tan flojo a Rüdiger que le dio tiempo a Benzema a robar, amagar y marcar a placer el tanto que llevó al éxtasis a los cientos de aficionados del Real Madrid en Stamford Bridge.
Ni siquiera la imponente figura de Lukaku, quien perdonó la más clara del partido, intimidó a un conjunto blanco que se sabe dueño de la competición. Le da igual cómo llega, pero si algo tiene, es un idilio con Europa.