Aunque en el extranjero parece extraño, en España estamos habituados a llamar a los árbitros por los dos apellidos. A diferencia de decir simplemente Brych, Orsato, Çakir, Kuipers o Collum, nosotros solemos pronunciar Mateu Lahoz, Gil Manzano, Undiano Mallenco o Alberola Rojas, por poner algunos ejemplos.
Preguntarse el por qué es algo recurrente. Esta tradición es relativamente moderna, puesto que no hizo acto de presencia hasta que LaLiga no cumplió los 40 años de vida. Se desarrolló a principio de los años 70, cuando comenzaba la última década del franquismo.
El artífice de esta medida fue el propio dictador Francisco Franco, reconocido aficionado al balompié. Sin embargo, su devoción por el deporte rey nada tuvo que ver en este caso y sí lo hizo su orgullo por evitar 'indirectas' de la prensa.
En 1969 debutó en Primera División un nuevo árbitro. Procedente del Colegio Murciano, su nombre era Ángel Franco Martínez, conocido como "Franco" en el ámbito futbolístico por la normativa vigente en aquel momento.
A primera vista esto suscitó mera sorpresa y no se hizo nada al respecto. Ángel Franco se limitó a realizar su trabajo como cualquier otro colegiado lo hubiera hecho. Sin embargo, bien es sabido que la labor de los árbitros siempre es cuestionada.
Tras un partido con un arbitraje discutible del trencilla murciano, empezaron a aparecer en los periódicos titulares con doble sentido, que algunos veían como un 'tirón de orejas' al dictador. Eran frases del tipo "Franco lo hizo mal", "Franco estuvo pésimo" o "Pobre actuación de Franco".
A raíz del doble sentido que podían adquirir estos titulares, el régimen decidió que a partir de entonces se nombrasen los dos apellidos del árbitro. Así, el dictador se curaría en salud cuando la prensa criticase la actuación de Franco Martínez.
Pero eso no es todo. Esa fue la verdadera razón que llevó a la Federación a adoptar esa medida, pero lo más llamativo fue otra cosa completamente distinta, y que también tenía presente al caudillo.
Algo de una importancia mayor, algo que dejaría los titulares de la prensa como una simple chiquillada, pero que no fue 'vox pópuli' en ese momento debido a la opresión del régimen y a posibles represalias terroristas.
El propio colegiado se enfrentó a problemas peores en sus primeros años de carrera. Y es que la banda terrorista ETA planeó de forma pública su asesinato para posteriormente acabar con el dictador. Su consigna era: "primero mataremos a este Franco y luego al de Madrid".
El partido en el que el grupo terrorista pretendía llevar a cabo su plan era un derbi vasco: Real Sociedad-Athletic Club. Unos días antes, el árbitro fue convocado a una reunión en Murcia. Franco, como relataba en una entrevista de archivo, "pensaba que querían comprarle, por lo que llevó consigo a Manolo Cerezuela, presidente del colegio murciano".
Su sorpresa fue encontrar en La Catedral, lugar donde se le había citado, al sacerdote de Murcia y al secretario de ministro de la Gobernación, Tomás Garitano Goñi. Allí, el árbitro fue informado de los planes de ETA y le sugirieron que fingiera una lesión.
Ángel Franco hizo caso y otro colegiado fue designado para ese encuentro. El plan de los terroristas se fue al traste. La Real acabó ganando 2-1 ese partido tras remontar un gol inicial de los 'leones'. Con esa lesión fingida, el árbitro murciano evitó un cambio radical en la historia de España.
Sólo habían pasado dos años desde que ETA perpetrase su primer asesinato. Hubiera sido la primera muerte causada por los terroristas 'abertzales' dentro del ámbito deportivo.
Posteriormente sí que acabaron con la vida del portero 'txuri-urdin' José Antonio Santamaría Vaqueriza, mataron a seis policías con un coche bomba en la previa de un Sabadell-Málaga y detonaron otro vehículo en las inmediaciones del Bernabéu antes de un 'Clásico'.
Curiosamente, Ángel no llegó a pitar ninguna final de la Copa del Generalísimo en honor al dictador mientras éste vivió. De esta forma, Franco quiso ahorrarse alusiones de mal gusto en el marco del partido. Sin embargo, sí que arbitró tres finales de la nueva Copa del Rey tras la muerte del caudillo.
Franco Martínez, otrora perito mercantil y banquero, estuvo en Primera División durante 17 años e incluso llegar a arbitrar dos partidos del Mundial de Argentina 1978, siendo uno de ellos la semifinal entre Holanda e Italia.
Tras retirarse formó parte de la directiva del Comité Técnico de Árbitros. Sin duda, una vida de película la de un simple árbitro que, gracias a su apellido, cambió la historia del fútbol y también la del país.