Opinar de este Málaga CF de entreguerras siempre es complicado. El equipo de Martiricos y todos los que le rodeamos hemos vivido un año en el que nuestros corazones han ido al límite. Cuando Juan Carlos marcó en El Alcoraz a la Real B, certificando así la permanencia blanquiazul, fue casi la única vez que todos los malaguistas gritaron al unísono y en la misma dirección. Porque este Málaga ha vuelto a desunir, ha vuelto a no sembrar y todo lo que parecía que se había pegado tras los años del coronavirus y los locos del límite salarial, con Pellicer a la cabeza, saltó por los aires.
Hemos vuelto al Málaga de los reventadores y los palmeros. Aquellos que critican cualquier decisión del club y los que defienden a capa y espada cualquier decisión que pueda acometer Manolo Gaspar o el administrador. Bajo mi humilde opinión, tan peligrosa es una cosa como la otra. Pero esta dirección del club parece haber tomado el camino de la segunda opción. Después de oír a José María Muñoz negar la mayor en la que ha sido la campaña de abonos más pobre de la historia del club, algo se rompió en mi mente. ¿Y la autocrítica?
La cosa se ha confirmado después de que haya terminado la temporada, hayan pasado varias semanas y ninguna de las voces de mando del Málaga CF haya salido a decir “esta boca es mía”, “ni pío”, “ni mu”. Y el que ha salido ha puesto un sobresaliente al peor año en números de la cantera en dos décadas. De locos, que dirían ahora los chavales. Llámenle como quieran. El curso 2021-2022 ha sido el peor de la historia reciente del club. Pensábamos que no habría una plantilla que nos hiciera pasar más vergüenza que la que nos descendió con el Jeque fichando y el mago Husillos trayendo a Ideyes y Lestiennes. Pero nos equivocamos. Este equipo ha dado verdadera pena y ha provocado un hastío del que costará salir.
Y más si nadie sale a pedir perdón. La autocrítica es el primer paso para volver a ilusionar y sacar al malaguismo del letargo en el que vive desde que Bergantiños batió a Munir y nos condenó a un lustro en Segunda. La afición no lo sabía, pero los que estamos en el día a día sabíamos que ese no ascenso después de la planificación del ‘amigo Caminero’ era letal. El administrador sólo habló para subirse a la ola de Guede, y sin pisar ningún charco. Si hubiese podido, habría hablado por pantalla de plasma. Después, silencio. El responsable de la campaña de abonos deja un ratio de promesas incumplidas y medias verdades alto, muy alto. Y Manolo Gaspar ha decepcionado a muchos. Y no por equivocarse, que es un humano y natural. Sino porque por primera vez parece haber perdido esa humildad que le hizo conectar con la gente rápido.
El Málaga pasará ahora del ‘tira de genio’ al ‘dale, dale’. Otra vez toda la campaña girará en torno a una persona. Pablo Guede. Al menos el argentino ha demostrado tener capacidad de autocrítica hacia dentro y fuera de su vestuario. Ya entrenando en el Juval empezó a soñar con ser entrenador del Málaga. Su amor es real, como el de los 13.300 abonados. Pero me preocupa que lo quememos, como hemos hecho ya con otras figuras de antaño. En fin, toca pasar las páginas del verano entre rumores, realidades y días de terral. Y que la próxima vez que los compañeros de Besoccer Málaga me inviten a firmar algo en su web, sea para hablar de ilusión y cosas bien hechas, algo imposible de hacer en esta columna.