Le falta carisma, también tiempo para ganárselo. Le faltan nombres extraterrestres, pero quedan mimbres para jugar bien al fútbol. Le falta seducir, más por gatillazo que por no saber ligar. Pero lo que más le falta a esta España es lo que le faltaba a la anterior: rematar la faena. Por suerte, sigue teniendo a Sergio Ramos, que es como ese producto de limpieza que vale para ocultar la suciedad, sea cual sea.
Más que eso, es el Cid que necesita Luis Enrique para reconquistar a todo un país. No será fácil, él lo sabe, pero todo cuesta menos con el camero al frente. Porque es más que el capitán, es, aunque suene extraño, el goleador más infalible que tiene ahora mismo este país.
Seis minutos de zozobra, los que pasaron desde el penalti de Iñigo Martínez al que transformó -cómo no, a lo Panenka- el central del Madrid, parecieron pesar más que 84 de buenos fundamentos, entrega, predisposición y ganas de afrontar esa evolución de la que habla el seleccionador.
Al menos, sigue Ramos. Es él quien puede llevar a buen puerto la transición de una Selección de glorias apagadas a otra de talentos menos glamurosos. Es él quien puede montar sobre Babieca y convencernos a todos. Marcando en su quinto partido consecutivo, dio un triunfo que debió haber sido más abultado.
Morata, renacido en el Atlético, volvió a su bucle de gafe con 'la Roja'. Hasta siete ocasiones tuvo, cinco de cabeza. Pero nada. Conviene resaltarle el mérito del penalti: porfió la bola, regateó al inspirado Jarstein. Mestalla se lo reconoció con aplausos, aunque el primer día todo se perdona con más facilidad.
De la goleada al sufrimiento
La piel fue la de siempre, la de un equipo al que la falta de gol le plaga de asteriscos. Este traje de Luis Enrique gustó, pese a alguna fuga atrás. En ataque hizo todo bien, incluso con jugadas eléctricas al primer toque, menos atinar más y mejor. Parejo, animoso, Jesús Navas y Jordi Alba, dos puñaes, y Rodrigo, gustándose en el escaparate de su casa, le pusieron el nuevo perfume.
Luis Enrique no es tonto. Sabe que será dura la evolución. Y entiende de fútbol. Por eso juntó a Parejo y Dani Ceballos junto a Busquets, posesión y pase entre líneas, para que por las bandas pudieran levantarse dos vías de tren. Por allí circularon a toda velocidad Jesús Navas y Jordi Alba. Rejuvenecido el sevillista, decisivo el azulgrana los días que no tiene a Messi en el retrovisor.
Resulta incomprensible que la primera mitad no acabara en goleada. No todas las culpas fueron para Jarstein, el mejor hombre de Lagerbäck. Esta España suena bien con estos músicos, pero le sigue faltando estribillo. Tras el gol de Rodrigo a pase de Alba, tanto a él como a Morata se les hizo la portería de waterpolo.
Noruega confío sus pocas bazas a las acciones a balón parado. Pero ahí encontró sus gotitas de petróleo. Johnsen trasladó las dudas de si Iñigo Martínez está al nivel de la Selección, King transformó la pena máxima.
Luego llegó el principio de la reconquista con ese gol de Ramos, el debut de Canales y Jaime Mata, y seis minutos de prolongación con más suspense. Era el primer día. Los defectos pesan menos. Pero también es cierto que se tiene menos paciencia si se viene de malos ratos como el del Mundial.