Los cañones de los 'gunners' no pueden presumir pese a la victoria. El 1-3 del Arsenal debería servir sólo para sumar tres puntos más que necesarios y revertir una mala dinámica. Pero no para sacar conclusiones positivas, porque la mayoría se acaban en los dos puntos reseñados anteriormente.
No es exageración tildar de paupérrima la primera parte del Arsenal. El West Ham tampoco se lució en los primeros 45 minutos, pero la voluntad, la intensidad y las ganas quedaron patentes desde el principio.
Los de Ljungberg, agazapados e inocuos, se pasaron gran parte del tiempo lejos del área de Martin. Los 'hammers' sí que increparon a Leno, quizás con más corazón que fútbol, pero fruto de ello llegó el primer tanto.
Ogbonna remató con el hombro un saque de esquina que superó al meta visitante tras golpear en Maitland-Niles. Fue suficiente para marcharse al descanso con ventaja, tras una intentona de Aubameyang en un disparo tras hacer la guerra por su cuenta y un tímido cabezazo desviado de Özil.
El descanso no cambió demasiado al Arsenal. Sí que se vieron, al menos, brochazos de voluntad y posesión, pero Martin tenía aún los guantes impolutos. Pero el minuto 60 lo cambió todo de la forma más simple que conoce el fútbol: con goles.
Los visitantes empataron el encuentro por medio de Martinelli, que sentó a Lacazette. Kolasinac, que pasó de la grada al banquillo, primero, y luego al césped por las lesiones de Bellerín y Tierney, asistió al brasileño para poner el 1-1. Era el primer aviso serio del segundo tiempo.
Antes de que nadie se plantease si el premio era excesivo, merecido o tan siquiera imaginado por los 'gunners', un golazo de Pépé puso patas arriba el derbi en el 66'. La efectividad, en solo seis minutos, adornó una hora de desgana y hastío.
Para colmo, una estética volea de Aubameyang puso el 1-3 definitivo solo tres minutos más tarde a pase de Pépé. Tres 'balazos', más que cañones presentó el Arsenal, cambiaron la historia por completo.
Ahí se acabó el encuentro. Pese a que quedaban 20 minutos, el West Ham no supo sobreponerse y vio cómo su vecino comenzó a levantar cabeza, mientras que los de Pellegrini siguen inmersos en una crisis que puede acabar con el técnico lejos del Olímpico.