Ya lo dejaba entrever este martes, cuando se filtró la noticia de que deseaba crear un equipo en Queens, y lo confirmó apenas unas horas después. David Villa deja el fútbol y lo hace después de una longeva carrera de casi dos décadas, en la que se convirtió en el mejor delantero español y en uno de los futbolistas más importantes de todo el planeta fútbol.
Villa se va y deja 424 tantos en la retina de los aficionados. Más allá de los goles, eso sí, están las icónicas imágenes de sus celebraciones en la Eurocopa de 2008, el Mundial de 2010 o la Champions de 2011, con el Barcelona.
Al margen del equipazo que le rodeó en estas tres competiciones, su concurso fue capital para el éxito de 'la Roja' y el conjunto azulgrana. Vital en la primera fase y en las eliminatorias de Austria y Suiza, durante todo el Mundial de Sudáfrica... y en la final de Wembley con el Barcelona, probablemente su partido más completo como profesional.
Un ascenso meteórico
Pero la carrera del 'Guaje' no se limita a varios 'flashazos'. Siempre fue un goleador regular, desde que alcanzó el primer equipo del Sporting en la temporada 2001-02 (había debutado en la anterior) hasta su llegada al Vissel Kobe.
En el Sporting, firmó 20 y 21 tantos en sus dos campañas con el equipo de su tierra. La Segunda División se le quedaba pequeña y por eso el Real Zaragoza apostó por su fichaje cuando solo tenía 22 años. Villa correspondió: 20 y 18 goles y sus primeros dos títulos, una Copa y una Supercopa.
El hambre del atacante era voraz. Por eso, solo duró dos campañas en La Romareda. Le esperaba el desafío del Valencia, un equipo consolidado y en el que firmó sus mejores campañas, pero donde solo pudo ganar la Copa del Rey del año 2008. Eso sí, siguió siendo puntual como un reloj en su cita con el gol: 28, 20, 22, 31 y 28 en las cinco campañas que pasó a orillas del Turia.
La Euro, el Mundial... y la Champions
La última la consolidó con un fantástico Mundial, en el que formó parte de la mejor generación de la historia del fútbol español. Todos daban por hecha su llegada al Real Madrid en 2009, pero acabó en el Barcelona un año después.
Llegó para sustituir a un Zlatan Ibrahimovic que había chocado de frente con Pep Guardiola. Y por eso el reto era de los importantes para el asturiano, que ya no era ningún chaval. De la mano de Pep, disputó su campaña más completa, con 52 partidos, 48 titularidades y 4.093 minutos. Nunca jugó tanto como en esa 2010-11, que terminó con 23 tantos y la espectacular Champions de Wembley.
Pero aparecieron las lesiones, esas que a Villa le habían respetado tanto en su carrera. Apenas pudo jugar 24 partidos en su segunda campaña de azulgrana, con solo nueve goles. Y cuando se recuperó del todo, en la 2012-13, el Barça era un equipo muy diferente. Ya no estaba Guardiola, él no era tampoco el mismo tras su recuperación... Cerró el año con 16 tantos y puso rumbo al Atlético, gracias a un guiño de su club, que le dejó salir por un precio fuera de mercado. Eso sí, se fue con dos Supercopas, dos Ligas, una Supercopa de Europa, una Champions y un Mundial de Clubes.
En el cuadro rojiblanco no duró nada más que un año. La edad empezaba a pesar para Villa, pero al delantero no se le había olvidado marcar goles. Se fue del Calderón con 15 tantos (y un nuevo título de Liga) y aceptó que en la última fase de su carrera tenía que afrontar otros retos muy distintos.
Llegaron el Melbourne City (dos goles) y el New York City (18, 23, 24 y 15 tantos) e incluso la Selección -con la que anotó 59 dianas- se volvió a fijar en él y le hizo redebutar en 2017. Desde febrero, disfruta junto a su amigo Andrés Iniesta en Japón, donde lleva 12 goles en el Vissel Kobe. Los últimos de una carrera maravillosa. Del que probablemente ha sido el mejor delantero centro puro de la historia de España.