Los suyos iban ganando ya desde la mitad del encuentro y se encuentran en lo más alto de la clasificación, así que pocos entendieron su gesto. Ya estaba la contienda prácticamente acabada, aunque con la típica tensión de los momentos finales, y él le dio salida.
En los minutos extra del partido, un recogepelotas agarró la pelota. Él se acercó, le cogió con las dos manos y acabó tirándole al suelo para quitársela. El rival que estaba al lado se mostró indignado por la acción de su contrincante y le exigió una explicación.
Poco tardaron los demás protagonistas en acercarse para participar de la discusión. Acusaciones, explicaciones, amagos de golpes, improperios y demás lindezas se apoderaron del terreno de juego en un espectáculo que estaba siendo de todo menos fútbol.
El colegiado tomó la decisión de sacarle la segunda amarilla a Semedo por su fea acción y expulsarle del enfrentamiento. Se fue a las duchas calmado después de que un miembro del cuerpo técnico le abrazara y le apartara para pedirle que se tranquilizara.