Ese Milan. Fue, justo, ese Milan que ha recordado usted en cuanto ha visto este titular. Bueno, no lo fue quizás, pero sí que lo evocó. Tras unas semanas más que difíciles para un equipo que parecía volver a la mediocridad, San Siro viajó en el tiempo para presenciar un partido serio, de nivel y más que plausible de su equipo.
También ayudó el Tottenham, para qué engañarnos. Antonio Conte sigue pecando de ese juego mísero, a verlas venir y esperando para ver si, con muy poco, se puede sacar lo máximo. Es cierto que llegó a encerrar a su rival en su campo, pero casi nunca amenazó a un Tatarusanu que preció estar más tranquilo y seguro que en la mayoría de partidos anteriores.
El plan de Stefano Pioli tuvo un gran aliado llamado gol. A los siete minutos, Brahim Díaz encontró el 1-0. Pero ya desde antes, el entrenador había dado pasos para estar más cerca de ese tesoro. Alineó a Rafael Leao, Brahim y Giroud juntos, con un Theo Hernández en la izquierda que subió poco pero con mucho peligro. Saelemaekers, el otro carrilero, aceptó que era una noche para brillar en la oscuridad y se fajó para ello, a la vez que Kalulu, Thiaw y un imperial Kjaer dejaban en el olvido los desastrosos partidos defensivos de su equipo de hace solo un puñados de días.
Como decíamos, llegó el tanto del Milan en los primeros compases. Theo le ganó una pugna aérea al Cuti Romero y se plantó en el área. Forster logró repeler con el pecho el trallazo del lateral y, sobre todo, el rechace. Desde el suelo, le sacó una mano espectacular a Brahim, pero el malagueño se tiró en plancha para, sobre la línea, remachar la bola y poner el 1-0.
Encierro voluntario
Desde ese momento, el Milan vivió hasta el descanso encerrado en su campo. Pero fue un encierro voluntario, ya que el Tottenham ni mucho menos le obligó a ello. Y, sobre todo, nunca le amenazó. Los de Pioli parecía que sabían dónde estaba la llave, pero fuera llovía y no les interesaba salir. Y como el agua no calaba... Pues a seguir.
Kane, muy alejado del área, Son y Kulusevski buscaron una y otra vez romper una muralla de equipo grande. Lejos de pasar muchos nervios, y aunque sí que tuvo trabajo para decirle "no" a los 'spurs' delante de la frontal, parecía tenerlo todo bajo control. ¿Saben cuánto tiempo hacía que en San Siro, en estas instancias de Champions, no tenían esa sensación?
Tatarusanu solo tuvo trabajo en algún balón peinado y varios disparos lejanos tras alguna pérdida tonta de los locales. Su equipo respiró en un par de contras que dejaron ver la buena forma que, de la noche a la mañana, parecen tener Leao y Theo. El atacante lo intentó con un tiro desviado desde la frontal y el lateral volvió a dejar en el camino a Romero para sembrar las dudas en el área.
Llegó el descanso con un acercamiento del Tottenham en forma de doble ocasión que quedaron en nada por fuera de juego. Pero hasta en eso era la noche del Milan: Tatarusanu, primero, y el larguero, después, repelieron los intentos de Son y Kane invalidados por el asistente.
Sin alardes pero con ocasiones claras
La primera parte 'rossonera' fue sufrida pero controlada. Los elogios y las comparaciones con épocas doradas no deben tomarse al pie de la letra. El Milan estuvo bien, sin alardes, aunque tampoco fue siempre San Siro un nido de llegadas, tiros y fútbol ofensivo. Los de Pioli demostraron a una Italia que parece haber dejado atrás su famoso 'Catenaccio' que también se puede crecer, vencer y convencer desde la solidez defensiva.
Pero, pese a todo, el Milan perdonó al Tottenham. Salió mucho mejor que su rival, que parecía no entender qué hacía allí a esas horas de un martes de febrero. Si antes estaba preso pero feliz, ahora seguía riendo incluso fuera de la cárcel. Lograron los de casa que pasaran pocas cosas en el partido y que no todas fueran en su campo.
Con el paso de los minutos, Conte reaccionó y metió a Richarlison. Se acercaría entonces el cuadro inglés al área rival, pero sin unas ocasiones claras que sí llegaron en las cercanías de Forster. Y en un minuto. Tras dos disparos lejanos de Richarlison y Sarr, De Ketelaere, que llevaba unos segundos en el campo, cabeceó en el área un centro para rozar el 2-0, pero un defensa, cerca del palo, despejó para mandarla a córner en el 78'. Acto seguido, fue Messias, el que había entrado junto a él en el 77', el que, incompresiblemente, mandó fuera un testarazo en el área chica.
El final cumplió con el guion casi por obligación. Los 'spurs' se estiraron y moredearon el área como el que pasa por delante del gimnasio con la esperanza de que pase algo, lo más mínimo, para no entrar. El Milan demostró esa grandeza oculta con una serenidad y una fiabilidad con las que llegaron al pitido final.