Afirmar categóricamente cuál es el futuro del extremo en el Camp Nou resulta una temeridad. Tan pronto existen voces favorables a su salida como otras se niegan en rotundo. Más aún después del obús con el que dio al equipo su primer título de la temporada.
Se trata de uno de los asuntos más delicados que tiene el club en estos momentos en sus manos. Existen argumentos para defender ambas tesis, pero dentro de una balanza bastante nivelada.
Lo que está claro es que su última actuación ante el Sevilla, vital para que el Barcelona engordara más su palmarés, vuelve a reforzar a los que creen que tiene recorrido, ganas y potencial para ser un elemento importante en la temporada.
Dembélé comenzó el año como acabó el anterior. El Mundial debía ser una plataforma de continuidad, aunque ahí la efervescencia duró muy poco. En ese momento, tras la gran cita, la postura de su venta parecía muy clara, más todavía tras la llegada de Malcom. No obstante, nada queda claro.
El francés es capaz de lo mejor y de lo peor. El análisis frío de los números le deja en muy buen lugar. Las sensaciones de fragilidad e inestabilidad, así como el mal recuerdo de su grave lesión del año pasado, despiertan recelos.
El mercado es quien puede quitar el último pétalo a la margarita. El inglés, el más poderoso, ya cerró. Está por ver si desde otras ligas alguien haría un esfuerzo cercano a los cien millones, únicas cotas que maneja el Barça para amortizar gran parte de su inversión el pasado verano.
Si no llega ninguna propuesta contundente, entonces no habrá nada que plantearse. Sin embargo, de ser así, el Barça, y concretamente Ernesto Valverde, deberán decicidir si quieren aportar por él a la espera de su eclosión en el segundo año.