El fútbol se vive de otra manera en Nápoles. Es prácticamente una religión en la ciudad partenopea. Y nadie duda de la fidelidad de la afición 'azzurra', pero los datos están ahí.
Según 'Il Mattino', el Nápoles tiene ahora mismo apenas 8.000 abonados para la próxima temporada. Y eso, en un estadio de 55.000 asientos, roza el ridículo.
¿Qué está pasando con el Nápoles? Varios factores apuntan a esta tendencia a la baja. Desde 2018, la asistencia al estadio ha ido decayendo. Ese año, el último de Sarri al frente del equipo, el Nápoles rozó el título liguero.
Ha seguido siendo subcampeón desde entonces, pero la sensación de poder batir a la Juve no volvió a darse (el pasado curso se quedó a once puntos). Además, no llegan fichajes que ilusionen a la grada, y los referentes del equipo poco a poco se van yendo, como Hamsik.
La temporada 2017-18 la media de asitencia fue de 43.000 espectadores, mientras que en la 2018-19 cayó hasta los 29.000. Se espera que este curso la tendencia siga a la baja.
Para contrarrestarlo, el club napolitano emprendió una pequeña reforma del estadio. Por un lado, trató de hacerlo más atractivo para los aficionados (videomarcadores nuevos y pantallas gigantes, mejoras en las zonas comunes), y le lavó la cara (se han retirado los inexplicables asientos rojos, sustituidos por otros azules y blancos).
August 20, 2019
Se han rebajado, además, los precios a todos los abonos un 30% con respecto al pasado curso. Y ni así la afición está respondiendo.
Lo que sí veremos serán sus 'curvas' llenas hasta la bandera de los 'tifosi' del Nápoles. Porque es uno de los pocos clubes que puede presumir de tener no una, sino dos gradas de animación.
Ellos harán ruido partido tras partido, pero el estadio estará de nuevo prácticamente vacío. ¿Por qué? Por varias razones. El primero de ellos, que muchos de estos 'tifosi' ni siquiera son socios.
En Italia existe, desde comienzos de la década, un carné identificativo denominado 'tessera del tifoso', obligatorio para poder comprar entradas como visitante. En el Nápoles se exige para expedir el abono de temporada.
El problema es que sus ultras lo ven como un instrumento de control e identificación, por lo que prefieren pagar la entrada a entrar en el sistema. También es posible que muchos no pudieran sacárselo por sus antecedentes, pero ese es otro tema.
Y como los ultras, muchos aficionados del Nápoles han descubierto que es más rentable comprar las entradas partido a partido que pagar un abono de temporada. La razón es surrealista.
No hay precios fijos para las entradas. Su valor oscila, y no solo dependiendo del rival, como en España. El rendimiento del equipo afecta muchísimo al precio fijado, así, si el Nápoles pasa una mala racha, los precios de las entradas prácticamente se desploman.
Todo ello, unido al hecho de que De Laurentiis haya sido inflexible con la reducción del precio de los abonos hasta ahora, hizo decaer el número de socios hasta la ridícula cifra de los 8.000 que tiene ahora mismo el club.
Por último, pero no menos importante, otro factor que ayuda a que San Paolo luzca cada vez más triste la tiena la propia ciudad de Nápoles. El estadio está relativamente alejado del centro de la ciudad, pero rodeado de viviendas.
Eso provoca que aparcar en él sea sencillamente imposible. El caótico tráfico que caracteriza a Nápoles tampoco ayuda. Y aunque hay transporte público, no es ninguna maravilla, pese a estar conectado por una línea de metro, un puñado de paradas de autobús y la estación de tren de Campi Flegrei.
Hace algo más de quince años el Nápoles tuvo que refundarse, y volvió a empezar de cero, en la Serie C, arropado por 60.000 aficionados de media por partido. Con De Laurentiis, no se ha pasado nunca de los 21.544 abonados. Alguien debería sentarse y reflexionar.
El Nápoles debutará como local esta temporada en la tercera jornada, a mediados del mes que viene, una vez cierre el mercado y después del primer parón de selecciones. De los dos primeros partidos y de cómo acabe de reforzar la plantilla el equipo entrenado por Ancelotti dependerá que esa cifra se convierta en algo decente o no.