Una montaña rusa de sentimientos. Eso es lo que ha sido esta eliminatoria. Riazor dio el primer paso para que el Dépor regrese a Primera. La Rosaleda hizo el 1-0 desde el recibimiento previo al encuentro.
Sin embargo, los pequeños detalles han marcado este emparejamiento. El palo de Ontiveros previo al 3-2 de Carlos Fernández en tierras gallegas, las dudas ofrecidas por Munir en ambos partidos, la increíble efectividad del Dépor...
El corazón malacitano marcó la primera media hora de juego. Víctor Sánchez del Amo sorprendió con Harper e Hicham en ataque, y el delantero hispanoescocés buscó el primer tanto a centro de un incombustible e imparable Ontiveros.
Pero el Dépor mostró la mejor versión defensiva de toda la temporada. Impecable el equipo de Pep Martí que, a excepción de los primeros minutos en la ida, lo ha hecho todo bien en los dos encuentros.
El Málaga, con absolutamente todo en contra. La ausencia de N'Diaye ha sido un ladrillo de mucho peso para Keidi Bare en la sala de máquinas. Además, durante el primer tiempo en La Rosaleda, Ontiveros se encontró con otros dos latigazos a la madera. Desesperación a raudales.
Y se fue apagando la llama de la ilusión blanquiazul. Los cambios no surtieron efecto por el lado local y el Dépor fue dando pequeños pasos para proclamarse vencedor. Martí, con sus cambios programados, dio con la tecla.
La precipitación inundó La Rosaleda. La afición del Málaga se vino abajo, al igual que los jugadores. Poca precisión, centros muy erráticos y las bandas, con Cifu y Juankar, no aportaron la profunidad y los buenos centros necesarios para asistir a Blanco.
Y cuando peor estaban las cosas para el Málaga, llegó el varapalo final. Munir no ha estado bien, ni en la ida ni en la vuelta, y este sábado volvió a fallar. Bergantiños probó un disparo que salió flojo y sin peligro y que el marroquí no pudo detener.
Jarro de agua fría para los jugadores malaguistas, que gozaron de todo el apoyo de la ciudad malagueña al final del choque. Muchos llantos entre los locales, mientras que el Dépor alimenta su sueño del ascenso. 180 minutos le separan de él.