El Sheffield llegaba tocada después de una derrota y un empate ante un Arsenal enrachado y en buena dinámica, pero en esto del fútbol todo es posible. Salió con pólvora Emery y las balas salieron desviadas.
Fue un partido loco a ratos que concluyó en fiesta en el vestuario del equipo rival y una profunda pena en un enrabietado Arsenal que no logró ni un gol para repartir el premio.
Hubo prácticamente de todo en la primera mitad, sobre todo tras el tanto de Mousset, que acabó siendo el héroe, al aprovechar la asistencia de O'connell. Saka se llevó la segunda tarjeta amarilla porque el árbitro interpretó que se había tirado en el interior del área simulando un penalti, decisión que puso de los nervios a Ljungberg.
El segundo de Unai Emery protestó y se llevó otra amonestación en lo que fue un duelo con hasta nueve tarjetas amarillas, pero no todo había acabado en ese piscinazo que el colegiado sancionó.
Poco después, el Arsenal pidió otro penalti sobre Sokratis por agarrón, ya que en la jugada no intervino el VAR para ponerle todavía más juicio a la decisión de hacer borrón y jugada nueva.
Xhaka tuvo el empate en sus manos y se quedó en ilusiones. Henderson se montó en un vuelo chárter directo al balón para parar lo que pudo cambiar un destino que no gustó nada a Emery.
En la segunda parte lo intentó el Arsenal por activa y por pasiva. Pépé acabó desquiciado y hasta Ceballos se jugó sus opciones ante un Sheffield que daba coletazos atacando a los huecos.
Poco a poco fue durmiendo el partido hasta que llevó al Arsenal a la lona con un gancho directo desde abajo tras resistir a los golpes.