El Reyes de la temporada 2003-2004 amenazaba con comerse el mundo. Rápido, eléctrico, descarado, preciso, pillo y con una visión de juego a la altura de muy pocos.
Era el Sevilla previo a los éxitos continentales, pero ya empezaba a asomar ese gen competitivo que dio inicio a una época gloriosa en la capital hispalense.
En el lateral derecho también destacaba un brasileño con el '8' a la espalda que, con el paso del tiempo, se convertiría en el jugador con más títulos de la historia de este deporte. Cuando se juntaban, Alves y el utrerano, el fútbol se teñía de un color especial.
Juntos pero separados, cada uno en una banda, las dos grandes perlas de aquel Sevilla desmontaron al Madrid de los 'Galácticos' en apenas 37 minutos, lo que tardaron en meter cuatro goles.
Los Zidane, Figo, Ronaldo, Beckham, Raúl y compañía no sabían donde meterse, todo lo contrario que Reyes, que encontró en el lateral defendido por Pavón toda una autopista hacia la portería de Casillas.
Así llegaron el segundo y el cuarto, aquellos en los que el canterano tuvo una incidencia directa. Un cursillo 'express' para las escuelas de fútbol: después de robarle la pelota a Zidane, Alves cedió a un Darío Silva que con un movimiento de 'pick and roll' dejó pasar la bola y siguió la carrera. Con el balón seguro en las botas del '10', el uruguayo corrió hasta labrarse su espacio a la espalda de Helguera y un toque le bastó para superar a Iker.
El 4-0, a poco menos de diez minutos para el descanso, vino precedido por un error en la salida de balón del propio Pavón, el antihéroe de aquella generación pop de futbolistas que lideraba Carlos Queiroz.
Reyes estuvo más listo que el ya clásico '22' de Chamartín, le mareó con dos recortes, levantó la cabeza y le dio un balón de cara a un Casquero que llevaba corriendo desde Gol Sur.
Tal fue su exhibición ese 9 de noviembre de 2003, que ese mismo invierno puso rumbo a Londres para unirse al Arsenal de los 'Invencibles'.