El fútbol del máximo nivel carece de memoria. El Real Madrid maltrecho, que quedó eliminado de forma bochornosa de la Copa del Rey, ante su público y obligado a remontar un 1-4 que fue un imposible, salió airoso de una de las visitas más complicadas de la Liga solo tres días después.
Cierto es que Zidane cambió mucho el equipo en El Sadar, pero no es menos verdad que los blancos parecen más concentrados que nunca en recuperar el trono liguero. Y así no hay tropiezo que cambie la mentalidad de un equipo determinado a repetir el doblete Liga-Champions del año 2017.
En un campeonato liguero que previsiblemente va a decidirse por detalles, los blancos se llevaron la victoria de un campo en el que su máximo rival, el Barcelona, solo fue capaz de empatar. Eran otros tiempos, pero el partido tuvo un guion similar.
Gol y miedo
Osasuna se permitió juguetear con los blancos, que al principio aún parecían tener en la cabeza el melancólico mal trago copero. Unai puso el 1-0 en un saque de esquina, pero Osasuna había avisado hasta en tres ocasiones.
El gol, en un cabezazo ante el que nada pudo hacer Courtois, pareció ser el único premio buscado por un Osasuna que empezó a mirar demasiado hacia atrás. A los navarros solo les salvaba del empate el pésimo momento de forma de Bale, desenchufado como siempre e impreciso como nunca.
Sin embargo, los rojillos se habían echado tan atrás que el tanto de los de Zidane solo parecía cuestión de tiempo. Golpeó mal Bale un balón en el que pudo haber penalti e Isco, solo, voleó el 1-1 a la red.
La primera parte agonizaba, pero Osasuna ya solo parecía pensar en llegar así al descanso para idear la forma de contrarrestar al líder. Apenas cinco minutos le duró el pensamiento a los de Arrasate, porque Ramos, tan solo como el malagueño, puso el 1-2 en un saque de esquina muy mal defendido.
Los secundarios convencen
El Madrid había hecho lo más difícil. Como el Barça, que también remontó el 1-0 de los rojillos en la tercera jornada. Pero entre ambos equipos hay una gran diferencia esta temporada. Y está en el banquillo.
A Zidane le salvaron la papeleta dos guerreros tras el descanso, cuando Osasuna más volvía a apretar y Varane empezaba a multiplicarse en defensa. Entró Lucas y firmó el 1-3 tras un grosero error de los navarros, que regalaron un balón a Benzema para que se la pusiera en bandeja al gallego.
Y también apareció Jovic, en un campo que le va que ni pintado, para sellar el 1-4 definitivo en pleno tiempo añadsido, con una volea perfecta tras gran cabalgada de Valverde.
Fue lo que dio de sí una segunda parte en la que Osasuna fue un quiero y no puedo y terminó rendido. El líder, por el contrario, acaba fortalecido una semana en la que se dudó de lo logrado en los últimos meses. Ya puede pensar en la Champions con tranquilidad.