No debe ser fácil soñar con un objetivo durante casi cuatro décadas, conseguirlo y ser consciente de que en 90 minutos puede volver a mutar de realidad en sueño. Perú afronta un 'match ball' que amenaza con despertarle de manera brusca en Rusia.
30.000 aficionados estarán buscando la enésima sorpresa de este Mundial desde la grada, luchando contra viento, marea, mosquitos e incluso el tiempo para, como mínimo, esbozar aquello de "sólo cinco minutitos más".
Si el fútbol fuese justo, los sudamericanos no contarían con un rosco en su casillero. Fueron superiores a una Dinamarca que, si se impone a Australia, se habrá colado en octavos sin pasar por el fango. Pero la justicia hace tiempo que se quedó obsoleta en el mundo del balón.
Los Guerrero, Cueva, Farfán, Yotún y cía quieren gastar el último cartucho. La víctima no es la más desprotegida ni quizá el cazador tenga su mejor pulso, pero el tiempo apremia. Un movimiento en falso y la presa huirá, haciendo añicos en sólo cinco días un sueño de dos generaciones de peruanos y peruanas.
Poco se podrá reprochar a Gareca y los suyos si los Griezmann, Mbappé, Dembélé o Pogba terminan imponiéndose, jugadores de primer nivel que ya tienen un hueco reservado en la élite del fútbol europeo. Pero si algo está enseñándonos el 21º Mundial de la historia es que el papel y el césped poco tienen que ver. Que, al igual que Islandia, México o Suiza, la ilusión y el 'mucho que ganar, poco que perder' también puede ser un arma 'top'.
Sin nombres, pero con hombres. Los mismos que intentarán retrasar el reloj y llegar a la última jornada con opciones de prolongar un sueño demasiado corto para lo que le costó a Perú quedarse dormido...