La esperanza es lo último que se pierde y más en el mundo del fútbol. Hungría lo aplicó en su duelo de la Liga de las Naciones frente a Rusia. Corría la segunda mitad de un encuentro desequilibrado en el que mandaban los visitantes cuando sus rivales despertaron.
La chispa la prendió Sallai. Recibió un buen pase de Kalmár que le dejó solo ante el guardameta y tiró de recurso para superarle. La pelota iba botando y, calculando perfectamente el movimiento de la misma, ejecutó una vaselina que significó el 1-3.
Pero la cosa no iba a quedar ahí. Los suyos se vinieron arriba y empezaron a acosar los dominios de Shunin. La defensa se puso algo nerviosa y no pudo evitar que, unos instantes después de la primera diana, les marcaran el 2-3 gracias a una gran jugada.
El autor del tanto fue Nikolic. Un centro a la olla, una continuación el mismo y un buen golpeo con el interior de la bota sirvieron para meterle el miedo en el cuerpo a los rusos. De hecho, su entrenador reaccionó rápidamente introduciendo varios cambios.