El Valladolid miraba a la tabla y sonreía. "Estamos por delante del Madrid", decían algunos. "Nos saca solo un punto", se escuchó tras el duelo en el Bernabéu.
Los halagos y elogios recibidos por el Real Valladolid hicieron que más de uno se olvidase de que el objetivo del equipo es mantener la categoría, no pelear por entrar en Europa.
Ante el Eibar, en Zorrilla, el Valladolid jugó un partido más que mediocre. El segundo tiempo fue sencillamente horrendo, pero en vez de echarnos las manos a la cabeza y empezar a mirar al fondo de la tabla con temor, mejor buscarle el lado bueno al tropiezo.
Para empezar, no fue una derrota. Fue un mal partido del que al menos se rescató un punto. No se marcaron goles, lo que vlvió a evidenciar las carencias pucelanas arriba, pero tampoco se encajaron.
Fue un golpe de realidad. De repente la afición despertó del sueño en el que se había metido, adormilada por las buenas palabras tras encadenar ocho encuentros sin derrotas.
Ni el Valladolid está tan mal, ni es tan bueno. Sergio elogió la lucha de los suyos pese al mediocre partido ante el Eibar, y Masip se encargó de negar que se hubieran dormido en los laureles gracias a la adulación recibida durante los días previos.
El Valladolid, recordemos, tiene el presupuesto más bajo de Primera, y ha de compensar sus carencias en ese campo con una entrega sin igual sobre el verde. Es muy pronto para ser catastrofista, pero no es tarde para ser realista.